1. Interóseo


    Fecha: 22/12/2023, Categorías: Infidelidad Autor: pietrorusso, Fuente: CuentoRelatos

    Nara apareció detrás de su mamá por el costado de la ventana del auto. Mariella se inclinó sobre el capó y agitó su mano con una sonrisa en la boca. Yo llevé las mías al volante y le devolví la sonrisa. Intenté no mirar a Nara, pero me fue imposible. Estaba hermosa. La nena había crecido demasiado rápido. Tenía diecinueve años y había comenzado a estudiar algo en la facultad. Nunca me acuerdo qué. Esa tarde de verano, apareció con una remera blanca hecha un nudo en el medio y una minifalda a cuadros de tonos tierra que ni por casualidad le cubría la mitad de las piernas. Su pelo negro recogido en una coleta apretada. Masticaba un chicle que le hacía temblar la nariz de tanto en tanto. Las caderas se le habían ensanchado, y sus piernas se habían vuelto más musculosas. Me miraba como siempre, con esa sonrisa a medio hacer y los ojos apagados, seductores. No pude apartar la mirada de sus tetas que se abultaban debajo de la tela blanca. “Qué pendeja de mierda, mirá cómo aparece” pensé. La voz de Mariella me arrebató del ensueño.
    
    —Amor… Perdoná que te hicimos esperar. Nara se tardó dos horas para vestirse —se quejaba mientras apoyaba el antebrazo en el borde de la ventana del auto.
    
    —No pasa nada.
    
    El plan de esa tarde consistía en llevarla a las afueras de la ciudad para enseñarle a manejar. Mariella estaba obsesionada con que su hija aprendiera. Decía que ella misma había aprendido de mucho más joven, y que era un conocimiento básico de… ya ni recuerdo. Mariella tiene ...
    ... una propensión a hablar demasiado. Quizás eso fue lo primero que me atrajo de Nara. Su silencio. No necesitaba palabras. Se quedaba sentada en la mesa o en el sillón y su belleza juvenil persistía en el aire. El verano pasado, la había mirado demasiado, y ella terminó dándose cuenta. Desde entonces, sin decir ni una sola palabra, nos miramos, casi como cómplices.
    
    Se subió al auto y se sentó al lado mío. Mariella me miraba fijo mientras me hablaba. Y yo hacía una fuerza sobrehumana para que mi mirada no descendiera al infierno de las piernas de Nara. Pero, por los bordes de mis ojos, estimaba que la pollera se le había subido un poquito más.
    
    —Por favor, tengan cuidado. Cuando terminen, llevala a la casa de Rolo que hace mucho que no la ve y ya se anda quejando.
    
    Asentí con la cabeza. Nara no dejaba de mirar hacia el frente con esa sonrisa picarona que la caracterizaba. Fingí querer arreglar la traba de la puerta. Y, mientras Mariella se iba, agaché la mirada. Por el borde de la minifalda, asomaba una línea rosada de encaje. La pija me latió de sólo ver su tanga asomando. El aroma de su perfume combinado con el olor de su piel me embriagó por un momento. Nara puso sus manos sobre mi brazo.
    
    —¿Estás bien, Julio? —me preguntó.
    
    No me atreví a cruzarle la mirada. Pero le contesté que sí y volví a acomodarme en mi asiento.
    
    Conduje en silencio. La calle se desplegaba como una hoja frente a mis ojos. Evitaba mirar hacia el costado derecho de la vereda, por más que ...
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