100 pesos bien invertidos (parte 3)
Fecha: 24/12/2023,
Categorías:
Transexuales
Autor: JuanPablo82, Fuente: CuentoRelatos
No volví a ver a Morena en la calle. El último encuentro había terminado con un beso candente y su teléfono anotado en un papel. Eran tiempos previos a Whatsapp, cuando todavía la gente hablaba por teléfono. Dejé pasar unos días para marcarle, mal disimulando mi interés. Una noche marqué su número y me contestó como si fuera yo un cliente más hasta que le aclaré que era su “vecino”. Su tono cambió de inmediato, pero me pidió que le llamara al día siguiente, más temprano, pues estaba trabajando. Que si pudiera lo hiciera antes de las 6 pm.
No me lo tomé a mal y, siendo mi día de descanso, no tuve problema con marcarle después de la comida. Platicamos un poco y me propuso vernos. No quise verme, de nuevo, desesperado, y solo agregué que sí, que también me gustaría y que nos viéramos un día de estos. La conversación fue por otros temas, aunque siempre orbitando lo sexual. En algún momento salió el tema de los fetiches y le comenté que me encantaban los uniformes escolares. Me respondió que era una fantasía muy común, la colegiala. Pero mi fantasía tenía un elemento, quizás, un poco perverso. No me gustaban los trajes de bailarina exótica de faldas cortísimas, blusas transparentes, medias y tacones. Mi fetiche era más realista: me gustaba la apariencia genuina de estudiante, el uniforme de una institución específica, las calcetas largas, los lentes, el cabello recogido. Me dijo que era un perverso y que no tenía ese uniforme, pero, si yo lo llevaba, con gusto se lo pondría ...
... para mí.
Ni siquiera tuve que pensarlo. La erección que tuve al pensarla vestida así y a mi merced eran la única confirmación que necesitaba. Quedamos en mi siguiente día de descanso a las 2 de la tarde.
Por fortuna, el ciclo escolar estaba por comenzar, así que había muchísimas tiendas vendiendo uniformes. Vi una donde la dependiente tenía un cuerpo similar a Morena. Le mentí diciendo que el uniforme era para una prima y que si le quedaba a ella, seguro le quedaría también a mi prima. Compré todo lo necesario y le confirmé que iba para allá.
***
Me recibió vestida en jeans y con una camiseta de holgada, el cabello envuelto en una toalla y el rostro totalmente desmaquillado.
Morena vivía en una zona residencial. Sin entrar en mucho detalle, un familiar le rentaba la casa a precio módico. Cuesta un poco de trabajo imaginarlo, pero hace 15 años una mujer, transexual o no, podía ejercer la prostitución con relativa seguridad en su casa, siendo independiente. Ese era su caso y le estaba yendo bien, me dijo. Pasamos una salita sencilla y alcancé a ver un cuarto. Tenía luces rojizas, un espejo en la pared paralelo a la cama matrimonial y una televisión apagada.
Me gustó el gesto. No me invitó a ese cuarto. Sentí ternura cuando me llevó de la mano a su dormitorio: una cama individual, un sofá de dos plazas, una televisión más grande que en la otra habitación y un librero con una cantidad modesta de libros y adornos.
—¿Trajiste el uniforme? —me dijo, secándose el ...