100 pesos bien invertidos (parte 3)
Fecha: 24/12/2023,
Categorías:
Transexuales
Autor: JuanPablo82, Fuente: CuentoRelatos
... no hay diferencia. Pero hay algo que me resulta excitante de estar con este tipo de mujeres: siento una seguridad de mi capacidad para complacerlas porque su cuerpo me es más comprensible.
Morena confirmaba mis pensamientos con sus gemidos y la urgencia con la que empujaba mi cabeza entre sus piernas. Liberé su pene por completo, apartando su cachetero. Recorrí con curiosidad y placer cada elemento de sus genitales: la base, sus testículos recién depilados, todo desde la punta húmeda y dura hasta el perineo.
—Profe, ¿cuánto me pone por una mamada?
—Depende, bromee. ¿Va a ser una mamada de seis o de diez?
Morena sonrió e intercambiamos posiciones. Yo estaba ahora sentado con las piernas abiertas en el sofá y ella, de rodillas, me miraba entre las piernas. Se dejó de sutilezas. Me quitó los zapatos, bajó mis pantalones junto con la ropa interior y, de una, engulló mi pene completamente. Me miraba retadora a través de los lentes. Sus ojos lagrimeaban un poco, pero ella no se apartaba. A pesar de escuchar un leve sonido de arcadas, su lengua repasaba mi pene con habilidad. Al final se apartó e hilos de saliva unían mi pene con sus labios. Los rompió con su mano y, lubricada con ellos, comenzó a masturbarme. Uno por mis testículos fueron entrando por turnos a su boca. Sentía una succión casi dolorosa, pero infinitamente más placentera. Alternó por un par de minutos su mano, su boca y su garganta.
Justo en el momento que presintió mi eyaculación, se llevó la punta ...
... de mi pene a sus pechos y dejó que mi semen escurriera entre ellos.
—Ay, no, profe… Me va a dejar con ganas… — dijo, acariciando mi pene que comenzaba a ponerse un poco flácido. Fingiendo contrariedad se levantó, se cruzó de brazos y se arrojó boca arriba sobre la cama.
Siguiéndole el juego a su berrinche, me acerqué despacio y comencé a acariciar sus pantorrillas a través de la tela de sus calcetas. Las besé también, ascendiendo por sus muslos y apartando la falda. Fui bajando poco a poco sus cacheteros para dejar al descubierto sus nalgas. Me apliqué sobre su ano. Ella inclinaba juguetonamente sus caderas, rozando su pene contra las sábanas. Cuando quedó inclinado bajo su cuerpo lo aprisioné y dejé que sus movimientos lo sacaran y metieran de mi mano, sin dejar de pasar y repasar mi lengua sobre su ano.
—Me gusta mucho, profe — No supe si se refería a lo que le hacía o a mí mismo, pero ambas posibilidades me iban devolviendo la erección. Hice una rápida comprobación y confirmé que ya estaba listo mi pene para continuar.
—No te vas a quedar con las ganas, Morena. —Le dije, al tiempo que acariciaba la entrada de su ano con la punta de mi pene.
—Ponte condón primero.
La obedecí, pues lo había dicho en otro tono, como si de golpe se hubiera salido de la fantasía. Siempre es un momento incómodo, cuando hay que pausar el placer y la entrega por algo que parece lo contrario: la precaución.
Una vez enfundado en el anticonceptivo volví a explorar la entrada de su ...