1. Sobre el gimnasio


    Fecha: 11/01/2024, Categorías: Anal Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... inexplicablemente, con mi actitud de pesadez.
    
    No me dijo nada hasta que terminó, y entonces me dijo que vivía en el tercer piso, y que lo acompañara mientras tomaba una ducha…
    
    Me dejó pasar delante de él en las escaleras, y me provocó un escalofrío de calentura sentir que subía detrás de mí, seguramente mirando mis piernas, hasta que sentí como me levantaba un poco la falda con su mano, sin decir nada. Tampoco reclamé ni me giré, simplemente seguí subiendo mientras el man me miraba el culo, hasta llegar a un descanso con una puerta, frente a la cual esperé siempre mirando muy seria hacia cualquier parte menos a él.
    
    Abrió la puerta y me hizo pasar. Era un departamento bastante desarreglado, oscuro y feo. Me preguntó si quería tomar algo, le contesté que no gracias, e inmediatamente me tomó desde atrás por la cintura y empezó a besarme el cuello. El man estaba todo sudado, pero la verdad no me importó, salvo por mi ropa. Al frente había una mesa blanca y redonda, que parecía de jardín, me empezó a decir que sabía que iba a venir "a terminar el trabajo" y otras cosas, mientras metió su mano por debajo de mi falda y me empujó con su cuerpo hacia la mesa mientras recorría mis muslos y mi concha sobre los calzones, empapados desde que me vestí, en mi casa.
    
    Me hizo agacharme sobre la mesa, que me pareció bastante sucia, y me restregaba su bulto delicioso por mi culo. Se separó un segundo y supuse que ya se estaba sacando la vergota, aunque no escuché nada porque el man ...
    ... llevaba ropa deportiva. Bastante típico, los hombres con experiencia saben cuando no resulta necesario calentar a una nena, sino simplemente usar lo que tienen a mano, y esa era yo.
    
    Con una mano me sujetó del cuello, y con la otra bajó mis calzones apenas lo suficiente para dejar mi concha disponible, y empezó a restregar su tranca por mi raja, desde el culo hasta el clítoris, volviéndome loca. Lo único que quería era que me partiera en dos de una buena vez, pero me torturó durante un rato. Eso sí, siempre con mi actitud, me esforcé muchísimo en no retorcerme como perra ni darle el placer de gemir, incluso cuando por fin me enterró esa tranca dura y sudada hasta el mismo fondo de mi concha y más allá incluso, sin avisar, muy fuerte y rápido, deli.
    
    El bobito de gimnasio tenía muchísima energía, y la verdad es que sabía muy bien como cogerse a una perra, me la hundía hasta el fondo, la sacaba entera, la volvía a enterrar, la movía en círculos y de arriba hacia abajo, me la sacaba y me golpeaba el culo con la punta, me metía sólo la punta, haciéndome morir de calentura, pero en todo momento me tragué mis quejidos, que al final solo eran un gemido muy corto y apagado cuando me entraba, doliéndome, hasta el fondo, no quería darle el placer de sentir que me estaba reventando rico con su vergota, así que mantuve mi boca cerrada mientras me culeaba, soportando las embestidas lo más quieta posible.
    
    Llevaba ya un buen rato dándome, yo, en silencio, había explotado dos veces con ...
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