Mi hermosa compañera de trabajo
Fecha: 17/01/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Fortachon977, Fuente: CuentoRelatos
No sé en qué instante, ni por qué razón, entrelacé mi pierna con la suya. Estábamos sentados uno al lado del otro, frente al escritorio y la pantalla de la computadora, intentando resolver un trabajo práctico de la facultad.
-Necesito que me ayudes -había dicho Ruth previamente, cuando me acerqué a saludarla esa mañana, en la oficina.
Compartíamos largas horas de trabajo. Ella siendo mi asistente, ayudando con la contabilidad del sector del cual yo era gerente. En el trabajo había una distancia prudencial, pero aquí, los dos solos, en un despacho que ella alquilaba a pocas cuadras del trabajo (era además, estilista y tenía su estudio a unas cuadras nada más), la distancia era ínfima durante casi todo el tiempo, hasta que mi pierna se enrolló a la suya. Su pantorrilla era perfecta, y le daba una terminación finísima y sensual a todo el trazo de su figura, que comenzaba en los hombros, pasando por la curvatura que definían sus senos redondos y pequeños, llegando por la ondulación de sus caderas hasta bajar, como una autopista llena de pasión desconocida para mí, a sus piernas blancas.
Fue tocarla y sentir que ella eliminaba una barrera. Me había pedido que la ayudara con ese práctico para la facultad y no pude negarme. Un pedido recurrente en realidad, y como siempre accedí sin inconvenientes.
-Gracias amigo, te debo una -solía declarar. Y yo en mi interior intentaba despejar cualquier pensamiento de doble sentido que pudiera sugerir mi mente.
Ruth tenía 28 ...
... años y yo 40. Ella estaba casada hacía unos años, yo rayaba las dos décadas de matrimonio.
Sintió mi roce, mi pierna atada a la suya y la miré a los ojos. Ella vestía un conjunto que hacía de uniforme. Camisa blanca, chaqueta y pantalón azul bien ajustado, como pintado a su cuerpo. El primer par de botones de su camisa estaban desabrochados, lo que me permitía admirar ya sin remordimientos su piel blanca y el inicio de la línea que se formaba por la presencia de sus senos. Algunos lunares desperdigados al azar le daban un toque más que exquisito a su pecho. El sostén, también blanco, levantaban sus tetas, provocando mayor deseo de mi parte.
Cuando sus ojos negros impactaron con los míos, ella sonrió de manera nerviosa. Quedé mudo, decidiendo el próximo paso. Estaba a tiempo de huir, pero no quería. Tenía mis razones para seguir y ver qué estaba sucediendo entre los dos desde hacía unos meses, aunque supiera a la perfección que aquellas razones no eran ni justas ni buenas.
El dorado artificial de su cabello contrastaba con la oscuridad azabache de sus ojos, que de a poco me internaban en una lujuria ignorada por mi. Miré sus ojos y luego sus labios carnosos. Esa boca que hacía tiempo deseaba con locura. Mi mirada era un subibaja desde sus labios hasta la negrura de sus pupilas. Podía notar en pequeñas ráfagas que ella hacía lo mismo. Subía y bajaba la mirada.
-Ayúdame amigo, este práctico es de vida o muerte -me dijo apenas nos encontramos en la oficina aquella ...