Mi hermosa compañera de trabajo
Fecha: 17/01/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Fortachon977, Fuente: CuentoRelatos
... dureza de mi pene. Ella guio el movimiento una vez y comprendí. Para que no quedarán dudas de lo que pretendía, colocó sus manos por detrás de su espalda, como si estuviera esposada con grilletes invisibles.
Se convertía en mi esclava, sometida al máximo, dejando que mis manos guiaran la intensidad de la chupada.
Gemí otra vez. "Fabuloso", atiné a decir. Sólo eso. Mis manos la hacían bajar y subir. Ella rumoreaba como saboreando un helado.
-Mmmm-, decía al ritmo de sus embestidas. Yo miraba mis manos enredadas en sus cabellos, que subían y bajaban haciéndome feliz como ella lo había prometido.
El espectáculo era exquisito. Ruth entre mis piernas, de rodillas, devorándome de placer. En un instante la retuve hasta el fondo, quizás dos o tres segundos. Ella no se quejó sino que gimió como pudo. Cuando la solté, se separó de mi.
-Haceme tuya-, me dijo sin más. Se incorporó, me dio la espalda y colocó sus manos en el escritorio. En realidad apoyó sus codos, bajando mucho más, abriéndose lo suficiente para que yo entrara. Su cuerpo desnudo me embriagó nuevamente. Allí pude observar la perfecta redondez de sus nalgas. Redondez y juventud como hacía tiempo no veía. Mi excitación era extrema. Me sorprendió el hecho de no haber acabado ya, con todo lo que ella me había hecho y me estaba mostrando.
Me levanté, desnudo también, y la tomé de la cintura. Me abalancé violentamente y, ayudado con mi mano, la embestí profundamente.
-Ahhh -soltó un gemido dulce y ...
... lujurioso. Estaba lo suficientemente lubricada por lo que me permitió llegar hasta el fondo sin problemas. Sentí su cuerpo estremecerse de placer.
-¡Ahhhh bebé!, dijo casi gritando, cuando volví a penetrarla.
Sus labios vaginales palpitaban devorando mi falo así como antes lo había hecho su boca.
Nos movíamos desordenadamente, ella como queriendo retenerme entre sus piernas, yo queriendo salir y entrar frenéticamente.
Hasta qué logré imponerme. Con una mano la apreté en la espalda haciendo que de agachara aún más, y con la otra la sostuve por sus cabellos.
-¡Sí! ¡Haceme toda tuya bebé! Ahhh, sí! Mmm! Ahhh!
Yo metía y sacaba con más rapidez y lujuria, sin poder creer que estaba cogiendo con mi compañera de trabajo, con ella, Ruth, la hermosa rubia que se sentaba al frente de mi todas las mañanas y me sonreía desde su escritorio cada vez que me hablaba. Ahora ella me pedía que la hiciera mía, y eso estaba haciendo.
Chocaban nuestros cuerpos dando lugar a ese sonido tan placentero y la vez prohibido para nosotros. Ella gemía haciéndome muy feliz. De vez en cuando me detenía en lo más profundo de su cavidad húmeda y ella gritaba ya, no se contenía. En dos ocasiones sentí como temblaba cuando gritaba.
-¡Ayy, así, cogeme, cogeme toda bebé!- su pedido me llevaba al límite de mi calentura. Yo, obediente, hacía lo que me pedía. Entraba y salía con total desenfreno.
En medio de la locura, el placer y la irresponsabilidad, mi cerebro conectó con la idea del embarazo. ...