1. El reencuentro tórrido con Agica


    Fecha: 18/10/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... no dejarla escapar. No después de descubrir que mi hermana poseía un cuerpo tan bello como pecaminoso. Unido a un espíritu tan travieso como audaz.
    
    Quizá fuese mejor así. Si la hubiera tenido a mano, Dios sabe que no habría tenido ningún remordimiento. La razón no existía en mi mente. Mi cabeza estaba repleta de deseo. De urgencia. De pura pasión.
    
    Si hubiera sabido qué pasaría después, la habría buscado, desnudo y empalmado, por la casa adelante con un solo propósito.
    
    Pero la calma siguió a la tormenta.
    
    Me afeité y luego me vestí.
    
    Gracias
    
    La dije cuando la encontré en la cocina, desayunando.
    
    De nada. Habrás limpiado bien el cristal, ¿no? Porque ahora me ducho yo.
    
    ¿Y tú la tapa del inodoro?
    
    Ambos sonreímos. Ambos disfrutamos. Ambos nos excitamos. Ambos nos masturbamos. Me pareció algo tan genial que recuerdo que pensé que ojalá viviésemos ella y yo juntos.
    
    Recuerdo perfectamente que, desde aquel día, pensé que me gustaría que Sandra fuese mi novia además de mi hermana. Ya no la veía como mi hermana. Era una guapa muchacha por la que estaban surgiendo sentimientos muy profundos. Era como si mi novia se hubiese mudado a mi casa pero debido a la presencia de mis padres y, sobretodo, por los sentimientos fraternales que aún se interponían entre nosotros, no pudiésemos expresar todo lo que sentíamos.
    
    Era una situación compleja. Yo la quería. Como hermana y como mujer. Uno de mis brazos la quería estrechar. El otro la separaba de mí. Y ambos ...
    ... poseían fuerzas que crecían o mermaban de forma caprichosa. Cada día era distinto. Cada vez que la veía cuando me levantaba por las mañanas, despeinada y con su pijama arrugado, hubiera dado una parte de mi cuerpo por haber podido dormir abrazado a su cintura. Pero la convivencia, los pequeños detalles, todos juntos se encargaban de recordarme que compartíamos mismo apellido, parecida cara, similares defectos.
    
    Y, sin embargo, era angustioso dormir solo. Hubo muchas noches que su recuerdo no me dejó dormir. Me revolvía en la cama pensando en ella. Aún creía oler el aroma de su pelo, oír su risa, sentir sus manos, saborear su saliva. Me imaginaba saliendo a hurtadillas de mi habitación y entrando en la suya. Escabulléndome dentro de sus sábanas. Envolverme en el calor acumulado en ellas. Deslizar una mano dentro de su pijama y palpar su suave piel. Temblar de emoción al abrazar su cuerpo caliente. Ahuecar mis piernas entre las suyas. Juntar mi sexo junto al suyo, aunque entre medias hubiesen pijamas, bragas y calzoncillos.
    
    La Sandra que ahora tenía ante mi, recogida sobre el asiento del automóvil, con las piernas encogidas, abrazándose a sí misma, era un eco de aquellos tiempos. Sus ojos, húmedos y brillantes, despedían fulgores provocados por las lágrimas contenidas en sus párpados.
    
    ¿Y tus hijos? —murmuré.
    
    Qué pasa con mis hijos? —contestó tras unos segundos, desviando ligeramente la mirada hacia la luna delantera del coche, donde el tráfico de la autovía se ...
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