1. El reencuentro tórrido con Agica


    Fecha: 18/10/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... Sin Rachel me siento solo. Inerte. Vagabundo.
    
    Sin embargo, a medio metro escaso, tengo a otra mujer de cuyo amor aún no me he desprendido. Por fin lo comprendía. Un amor que creía haber sepultado y olvidado y que, de una forma cruel e inesperada, surgía con toda su fuerza para decirme que no, que no estaba muerto ni mucho menos. Un amor surgido del tiempo. Un amor que se interponía en el camino del otro.
    
    Pero, lo más confuso de todo el asunto, es que ignoraba qué amor iba antes y cuál después.
    
    Sandra me miró con gesto enfadado y señaló con la cabeza hacia la autovía.
    
    ¿A qué esperas? Arranca ya.
    
    Cogí mecánicamente el cinturón de seguridad, lo pasé por delante de mi pecho y lo abroché. Giré la llave y encendí el motor. Miré a través del espejo retrovisor. El tráfico era denso pero venía en oleadas. Podía incorporarme al final de cualquiera de ellas. Metí primera, dí el intermitente y giré el volante.
    
    Sin embargo, mi pie derecho se negaba a posarse sobre el pedal del acelerador. Bajé la vista hacia mi muslo. Mi pierna derecha temblaba. El pie parecía enraizarse más y más en la moqueta del suelo a cada segundo que pasaba.
    
    Sandra vio que algo raro sucedía.
    
    ¿Te pasa algo, Daniel? ¿Por qué no tiras? ¿Conduzco yo?
    
    Una de sus manos se posó sobre una de las mías en el volante. Cerré los ojos. Sus dedos transmitían calidez. Calma. Consuelo. Su contacto me recordó a esa tarde en la que desperté tendido en el suelo del salón, con la cabeza a punto de estallar. ...
    ... Ella a mi lado, arrodillada, tomando mi mano entre las suyas mientras lloraba preocupada por si no despertaba.
    
    Tiene gracia. Al final sí que iba a resultar que iba a quedar tendido ahí, en el suelo, en coma. Para despertar diez años después y reencontrarla. Sandra estaba ahí. La Sandra de hacía tantos años. Estaba ahora, aquí. Conmigo. El recuerdo de su preocupación me aturdió de lo fuerte que me golpeó.
    
    Apagué el motor y descansé la nuca en el asiento.
    
    Daniel, ¿qué coño te pasa? Me estás asustando. Dime que ocurre.
    
    No lo sabía. No tenía ni puñetera idea de qué me ocurría. ¿Acaso me había vuelto loco? Mi memoria voló hasta aquella noche. La noche en la que nos acostamos. Fue algo casual.
    
    Entré en su habitación. Hacía muchas noches que me torturaba despierto en la cama pensando en ella.
    
    Estaba a oscuras. La oía respirar débilmente.
    
    Sandra —murmuré acercándome a su cama.
    
    Hola —me saludó en voz baja.
    
    Llegué a su cama y me senté en el borde.
    
    ¿No duermes?
    
    No tengo sueño.
    
    Yo tampoco —dije—. Pensaba en ti.
    
    Se quedó en silencio unos segundos.
    
    ¿Quieres dormir conmigo?
    
    Sí.
    
    Me metí dentro de las sábanas, a su lado. En el interior, el calor de su cuerpo había creado una ambiente enrarecido. Me coloqué a su espalda, pegado a ella, abrazándola por la cintura. Tal y como siempre me había imaginado. Llevó su mano sobre la mía y la calidez de sus dedos entrelazados con los míos me produjeron una calma extraordinaria.
    
    No has venido solo para ...