1. El reencuentro tórrido con Agica


    Fecha: 18/10/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... dormir conmigo —afirmó más que preguntó mi hermana.
    
    ¿Y si así es?
    
    Pues que menuda decepción.
    
    Deslicé la mano por debajo de su pijama hasta abrazar uno de sus pechos. Sandra ronroneó cuando acaricié el botón. La areola se contrajo y se arrugó. El pezón se volvió duro.
    
    Noté como su mano se deslizaba entre nosotros. En busca de mi sexo. Lo palpó por encima del pijama. Notó su dureza. Sus dedos recorrieron todo el talle para terminar empuñándolo.
    
    ¿Me vas a meter todo esto? ¿No es mucho?
    
    No. claro que no
    
    Susurré mientras escondía mi cara en su pelo. Besé su cuello y su oreja. Sandra continuó sus caricias sobre mi miembro mientras yo lo hacía sobre sus pechos. Nuestros cuerpos se movían como culebras sinuosas. Su trasero presionaba sobre mi vientre. Mis piernas se entrecruzaban con las suyas. Llegó un momento en que la excitación subió tan alto que se volvió hacia mí en la cama. Nos besamos con pasión, conteniendo el aliento, tomando aire durante unos pocos segundos antes de explorar nuestras bocas. La bajé los pantalones del pijama y las bragas. Ella hizo lo mismo con mi ropa.
    
    Recuerdo perfectamente esa sensación fantástica cuando nuestros sexos se juntaron. Nunca había pensado que la vulva de mi hermana despidiese un calor tan alto. Al acariciar su sexo con los dedos, me encontré una viscosa humedad.
    
    No puedo explicar qué me impulsó a hacerlo. Fue simplemente como acercar dos imanes de polos opuestos. Mi pene entró en su vagina. NI siquiera fui ...
    ... consciente en realidad de que había penetrado a mi hermana hasta que la oí gemir. Después noté el ardor en el pene. Su interior parecía un horno. Un horno rugoso y suave, muy suave. Húmedo. Vibrante. Sandra me abrazó mientras se colocaba debajo de mí. Apretó mis nalgas con las manos para hundir la verga en su interior. Resopló gustosa.
    
    Inicié un baile suave. Intercalábamos muchos besos durante el baile. Sus manos apretaban mi culo y llevaban la batuta. Marcaban el ritmo y la presión. Algunos de sus besos se convirtieron en mordiscos. No sentía dolor. Antes bien, eran como un acicate que me impulsaba a continuar. Quizá fuesen cinco minutos. Quizá más. No me acuerdo cuánto tiempo bailamos. Pero llegó un momento en que sus uñas se clavaban en mi culo dirigiendo un ritmo frenético. La sensación del orgasmo inminente surgió en mi vientre. Eran tan imperiosa, tan jodidamente genial que no pude ni quise detenerme. Me vacié en su interior.
    
    Tras eso, quedé exhausto. Sabía que tenía que volver a mi habitación. Pero el cuello y los hombros me dolían de los mordiscos de Sandra. Y las piernas y el culo no me respondían. Estaba bañado en sudor. Solo quería cerrar los ojos, abrazar a mi hermana y dormir junto a ella. Cuando colocó sus manos bajo mi cuello y acercó mi cabeza a la suya en la almohada, nuestro destino quedó sellado. Me dormí de inmediato.
    
    A la mañana siguiente, el grito de mi madre al descubrirnos, iniciaría el principio del final.
    
    Un final que, por lo visto, no era tal. ...