Mis odiosas hijastras (3)
Fecha: 31/03/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... que hablara cuando tuviera ganas de hacerlo. Por eso me asombró sentir su cabeza apoyada en mi hombro. De todas formas, actué con normalidad —o intenté hacerlo—. Valentina y Agos no parecieron extrañadas por la escena.
De mis tres hijastras, Sami era la única con la que no tenía frecuentes fantasías sexuales. Esto se debía no solo a su edad, ya que apenas acababa de cumplir la mayoría de edad, lo que me representaba cuestionamientos éticos, sino a que, a pesar de ser una chica hermosa, rara vez mostraba su belleza física. Solía usar remeras y pulóveres varios talles más grandes de lo que le correspondía, lo que generaba que su figura se ocultara. Lo único que quedaba siempre a la vista era su hermoso rostro de enormes ojos azules, esos ojos que le daban cierto aire de anime japonés que a mí me volvía loco, pero más que lujuria me generaba ternura.
Sin embargo, tal como dije más arriba, no tenía frecuentes fantasías sexuales con la adolescente misteriosa, de lo que se deduce que sí las tuve en alguna que otra ocasión.
Un día en el que yo volvía del trabajo, cuando todavía no había anochecido, me encontré con la casa casi vacía. Mariel estaba dando uno de sus talleres literarios en un centro cultural de Capital. Agos no estaba, por lo que asumí que se encontraba en lo de Mili. Me di cuenta de que Valentina tampoco se encontraba, pues si estuviera en la casa, su presencia se notaría enseguida. Sabía que Sami había vuelto de la escuela (cursaba el último año), y ...
... seguramente estaba encerrada en su habitación, ya que su vida social era muy limitada y no solía salir. Pensaba en ducharme y luego empezaría a preparar la cena.
Pero entonces escuché un grito.
Corrí, escaleras arriba, hasta llegar a la habitación de Sami. Abrí la puerta, sin molestarme en golpear, pues el grito había estado cargado de miedo y desesperación. Rita me había seguido, también llevada por la preocupación, y lanzaba ladridos para avisar que ya iba en auxilio de la chica.
Sobre la cama estaba la pequeña Sami. Se encontraba con el pelo mojado, y el cuerpo húmedo. Por lo visto se acababa de bañar. Lo único que la cubría era una toalla que estaba envuelta en su cuerpito, atada en un nudo a la altura del pecho, que le llegaba hasta los muslos. Sami estaba en la cama, con la piernas contraídas, mirando a un lugar en la pared.
—¡Una cucaracha! —exclamó la chica, señalando un punto invisible.
Me quedé un rato tratando de procesar la información. En mi vida en los barrios bajos del conurbano, una cucaracha era un problema menor, por no decir insignificante. Podría entender tanto escándalo si se trataba de una rata o incluso de una laucha, pues yo mismo sentía asco por esos roedores, pero una cucaracha… De todas formas, traté de entender que se trataba de una chica frágil, que además era la menor de la casa, y durante su niñez seguramente había sido sobreprotegida, por lo que no tenía ni puta idea de cómo lidiar con las situaciones más simples a las que te enfrentaba ...