Mis odiosas hijastras (3)
Fecha: 31/03/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... la vida.
Se había quedado, horrorizada, señalando a la pared, a pesar de que en ese momento el bicho ya no estaba en ese lugar. Rita empezó a ladrar, furiosa, en dirección a donde señalaba la mas pequeña de sus dueñas. Me quité una zapatilla. Busqué al bicho, hasta que lo encontré en un rincón, y lo aplasté.
—Ya está —dije—. Ya pasó.
Vi si la pequeña rubiecita se encontraba bien. No dejaba de resultarme un tanto ridículo que se haya puesto como loca por algo tan insignificante. Su rostro apenas empezaba a relajarse, y todavía conservaba ciertos rastros de horror, sobre todo en sus expresivos ojos, los cuales brillaban por las lágrimas que estaban a punto de salir.
Pero hubo algo que hizo que el incidente de la cucaracha quedara olvidado por un momento. Resulta que era la primera vez que veía a Samanta sin esas prendas que ocultaban su silueta. Si el impacto de ver a Agos con un pantalón ceñido era enorme, observar a Sami casi desnuda era algo que me dejaba sin aliento. No solo tenía curvas pronunciadas, debido a sus caderas, que resultaron ser más anchas de lo que había imaginado, sino que poseía una par de grandes y erguidas tetas. Ahora parecía un personaje de anime, pero de un anime convencional, sino de uno hentai, de esos en donde tipos de mi edad se la pasan sometiendo sexualmente a chiquillas con rostros infantiles y cuerpos sensuales, exactamente iguales al de mi pequeña hijastra. Otra cosa que me resultó muy tentadora fue el hecho de que la toalla la ...
... cubriera lo justo y necesario, y en la posición en la que estaba, podía ver sus carnosos muslos húmedos y si me lo proponía, incluso podría haber visto su sexo. Me preguntaba cómo estaría su pelvis. Dudaba que ya hubiera empezado a depilarse. Seguramente tenía una hermosa mata de vello dorado. Se me hizo agua la boca.
No obstante, mi inspección duró apenas un instante —un instante que no me borraría nunca de la cabeza—. Saqué de mi bolcillo un pañuelo descartable, y lo utilicé para agarrar a la cucaracha muerta que había quedado aplastada contra la pared.
—Quedó sangre y pedacitos del bicho en la pared —dijo ella, casi sollozando, todavía imposibilitada de liberarse del impacto que le había generado ver a aquel enorme insecto.
Estuve a punto de decirle que de eso ya se podía ocupar ella misma. Además, me había molestado que ni siquiera me hubiera dado las gracias. Pero en un rapto de lujuria, aproveché eso para estar un rato más a solas con esa preciosura que se encontraba semidesnuda, después de meses de haberme ocultado sus atributos. Lancé a la cucaracha al inodoro y tiré de la cadena. Agarré un trapo, lo mojé y fui a limpiar la pared. Ahora Sami estaba de pie. Un mechón del cabello rubio, lacio, le cubría su rostro. Pequeñas gotitas de agua brillaban sobre sus pechos y sus piernas. Empecé a frotar los restos de la cucaracha, mientras ella se mantenía detrás de mí, como si temiera que otros bichos salieran de la nada para atacarla.
—Gracias. Me salvaste —dijo al ...