Mis odiosas hijastras (9)
Fecha: 03/04/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... coja me lo vas a tener que pedir —dije.
Ahora enterré dos dedos en su cavidad. Pero no le iba a dar aún mi verga. No se la iba a dar hasta que me rogara por ella. No se lo merecía.
—Decilo pendeja. Reconocé que querés que lo haga. Admití que deseas que te coja.
La respiración de Valentina se tornaba entrecortada, y me pareció oír una risa que se reprimió casi al instante.
—Estás tan caliente como yo —insistí—. ¡Basta de juegos!
Quería que la muy puta confesara que si le estábamos siendo infieles a Mariel, era cosa de los dos, y no solo mía. Ni que decir tiene que su traición era mucho más deleznable que la mía. Insistí una, dos, tres veces más. Hasta que me di cuenta de que no iba a dar marcha atrás con lo que se había propuesto.
Entonces lo decidí. No me la iba a coger. Una niñata histérica y manipuladora como ella no se merecía mi verga. Y sin embargo, mi miembro necesitaba expulsar toda la leche que se me había acumulado, desde ese inusual fin de semana y, sobre todo, desde el momento en el que me metí en la cama de Valu.
—Está bien. Si no querés, no te la voy a dar —le dije, provocándola.
Me arrodillé sobre la cama, y empecé a masturbarme. Me di cuenta de que aunque hubiera decidido penetrarla, era muy probable que no duraría más de dos o tres minutos adentro de la amplia vagina de Valentina. Con solo sentir la presión y la viscosidad de su sexo bastaría para propiciar mi orgasmo. Y la inminente eyaculación que percibía mientras frotaba mi verga ...
... frenéticamente me confirmaron que, más que estar listo para comenzar, ya era hora de acabar.
Tres potentes chorros de semen saltaron hasta Valentina. Si bien no la veía, imaginaba que la mayor parte del líquido viscoso había caído sobre su trasero.
Me bajé de la cama. Me puse el pantalón. Busqué la zapatilla en el piso, y me la calcé. Me dirigí hacia la persiana. Ya estaba harto de tanta oscuridad. La subí. La débil claridad inundó la habitación. Una claridad suficiente como para poder ver por fin a la chica que estaba en la cama.
Ese fin de semana había sido tan surrealista, que por un segundo temí que no se tratara de Valentina. Una sorpresa más en esos días plagados de sorpresas. Pero, como es natural, el cuerpo de Valu era inconfundible, incluso en la oscuridad. Con el tacto bastaba para reconocer esas curvas tan pronunciadas.
Estaba todavía boca abajo. El semen había caído, como lo había supuesto, en sus nalgas. La ropa interior negra estaba casi a la altura de las rodillas. Ahora sabía su color. Era un conjunto de top y culote con encaje color negro. Tenía la cabeza hundida en la almohada, pero por fin la levantó.
Me miró, parecía algo triste. Me acerqué a ella. La agarré de la barbilla, con ternura.
—No creas todo lo que te dije —expliqué, aunque no estaba seguro de por qué sentí la necesidad de hacerlo. Quizás el desahogo físico había atenuado el enojo que sentía cuando entré a su dormitorio—. Solo lo dije para provocarte. Quería que dijeras algo. Que ...