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Las apariencias engañan (1)
Fecha: 11/04/2024, Categorías: Hetero Autor: El otro yo, Fuente: CuentoRelatos
Bajita. Pelo lacio, castaño oscuro. Largo hasta los hombros. Nariz y boca pequeñas. Sonrisa tímida. Cara de no haber roto nunca un plato. Esa es la apariencia que muestra a los demás Analía. A mi me mira distinto. Sus ojos negros, inexpresivos la mayor parte del tiempo (a tono con lo que insinúa a casi todo el mundo), se encienden en cuanto quedamos solos. Solo con ver el brillo de sus ojos mi pene se pone a vibrar, anticipando el placer al que me va a someter. A pesar de llevarle más de una cabeza me mira con superioridad, sabiéndome suyo. Me tiene a sus pies desde hace poco más de un año, aunque lleva algo más provocando cosquilleos en mi entrepierna y mis pensamientos. Al principio me atrajo lo superficial; la imagen dulce y tímida que proyecta para ocultar su verdadero ser. Sin destacar nada en particular el todo me resultaba (y aún resulta) sumamente atractivo. Recuerdo como si fuera ayer la primera vez que la vi; estaba ojeando mi celular sin demasiado interés después del almuerzo cuando pasó delante de mi en dirección al baño. Como casi todos los hombres la miré de arriba abajo, aprovechando que me estaba dando la espalda, aunque ignorando el espejo que desde siempre colgaba de la pared unos metros más allá. Posé mi vista principalmente en la parte superior del pantalón de jean ajustado que llevaba puesto y en las redondas nalgas que resaltaba; pocas prendas hacen lucir mejor a una cola que pantalones ajustados. Cuando salió de los sanitarios me miró un segundo ...
... a los ojos, pudiendo notar los suyos levemente brillantes (aunque durante un tiempo pensé que eso había sido producto de mi imaginación) luego bajó su vista al piso. Al llegar a mi lado sus mejillas estaban aun levemente ruborizadas. A pesar de ya tener puesto su uniforme se presentó ante mi indicando que era la nueva empleada de limpieza de la oficina, repitiendo el proceso ante todos mis compañeros a medida que regresaban de su descanso. Desde el primer momento fui el único que la trató con respeto, recibiendo solamente mi respuesta ante su presentación. Si bien depende orgánicamente del dueño de la empresa y de su secretaria todos en la oficina la tratan como una subordinada y en más de una ocasión le piden que realice tareas que no corresponden con sus funciones. Es común encontrarla esperando una impresión al lado de la fotocopiadora o verla llevando carpetas de un cubículo a otro. En las ocasiones en que volvía más temprano del almuerzo intercambiábamos unas pocas palabras de cortesía, antes de que comenzara su jornada de trabajo. En esas ocasiones no perdía oportunidad de mirarle el culo, creyendo que Analía no lo notaba. El trato diferencial que recibía de mi parte hizo que pronto me ganara su simpatía. De todas formas nuestra relación no pasaba de la formalidad, pero solo a mí me dedicaba su tímida sonrisa. De a poco fuimos agarrando confianza y después de un tiempo empecé a comer una o dos veces por semana dentro de la oficina para hablar con ella. Analía ...