La desconocida
Fecha: 24/04/2024,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: Carmen Van Der Does, Fuente: CuentoRelatos
... superficie de la piel. Al cabo de un rato, después de que Andrés explorara todo el cuerpo de Juan, éste seguía impasible, y se giró hacia la desconocida, que no había perdido detalle de nada y que los observaba con las pupilas brillantes. Ella parecía ansiar devorar a Andrés y a Juan por igual.
—No le gustan los tíos, –dijo Andrés.
—Eso parece, –susurró ella con la voz un poco oscurecida por el deseo.
Andrés se alejó de Juan, y se puso al lado de la columna en la que estaba atado de pies y manos. Comprobó los nudos y Juan descubrió que la tela no se le clavaban en la carne. Además, era suave y no le hacía roces en la piel.
—Está claro que si no te gustan los hombres, te gustarán las mujeres. Tu atractivo es más que evidente, tienes una buena polla, unos muslos fuertes y un buen culo. Cualquier mujer estaría encantada de tenerte metido entre las piernas, golpeándola con esa polla tan estupenda.
—Pierdes el tiempo conmigo, –dijo Juan bastante enfadado. -No soy de los que va por ahí follándose a cualquiera
—¡Anda, pero si tienes lengua! –dijo ella con una sonrisa lasciva.
-¿Sabes usarla para algo más que para hablar? , –preguntó muy interesada de forma burlona.
—Pues parece que no, –murmuró Andrés, también con tono irónico.
Junto a la mujer de ojos negros, de entre las sombras salió María José, la tercera en discordia. Iba vestida con una túnica blanca y tenía la cara escondida bajo una capucha y un antifaz.
—Ven niña. Ya es hora de que pruebes a ...
... nuestro invitado, –canturreó la desconocida.
La mujer y María José se situaron delante de Juan. Él la estudió, eso seguro, aunque no podía adivinar mucho. La desconocida se colocó detrás de María José y separó las telas de la túnica revelando el cuerpo femenino que había debajo, pero no le quitó la capucha.
Juan sintió un extraño tirón en vientre. Su deseo estaba apagado, pero la repentina visión de aquel cuerpo lo llenó de desasosiego. Pudo ver sus caderas, que para él eran perfectas, los muslos esbeltos y torneados, de un color dorado. Su vientre plano y a pesar de la penumbra pudo ver las formas de sus abdominales y el ombligo. Entre las piernas, la vagina totalmente depilada. Los pechos, redondos aunque no muy grandes, con los pezones duros y puntiagudos.
Juan tragó saliva. Podía pasar de las caricias del tal Andrés, pero supo que si esa desconocida lo tocaba, se iba a volver loco.
—Adelante guapa. Tócale, —la alentó su captora.
María José se estremeció cuando levantó las manos hacia Juan.
—Pasa. Ni te preocupes por lo que pueda decir, —dijo la mujer a María José.
Volvió María José a estremecerse y emitió un gemido. Detrás de ella, la desconocida la cogió por las muñecas y acercó las manos al torso masculino de Juan. Las palmas se posaron completamente en su pecho, cálidas y tiernas; el contacto le abrasó la piel y envió un calambre a cada una de sus extremidades poniéndole los miembros rígidos. Se puso tan tenso que los músculos se marcaron sobre los ...