Llamando al futuro por el nombre equivocado.
Fecha: 29/04/2024,
Categorías:
Anal
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... necesitas alguien con quien hablar, alguien que te insulte o alguien a quien golpear, sólo necesitas marcarme.
Lo sé. Gracias. Nos vemos el sábado, perra.
Hasta luego, zorra. Te quiero.
Y yo a ti.
Sabiendo que mi amiga no volvería a molestarme por el resto de la noche, caminé de vuelta a la barra y le pedí al mesero otra copa. Carmen, Mariana y los demás habían estado sobre de mí los últimos días, no me dejaban en paz ni un solo instante. No quiero que me mal entiendan, los amo, a todos, me encanta pasar el rato con ellos, pero simplemente no soporto que me insistan tanto con eso de que debo divertirme, que debo salir, conocer gente y hacer cosas nuevas. ¡Por Dios!, ¡yo hago todo eso! Piensan que he de estarme desbaratando por dentro, pero no es así. No entienden que estoy bien, mejor que nunca, sin ese imbécil quitándome el tiempo que ahora empleo en subir la escalera del éxito profesional, esa que abandoné a medio camino por seguirlo en sus infantiles y estúpidas aventuras artísticas, en sus locos e inútiles intentos de trascender con su insípida obra falta de forma y fondo. Su partida es lo mejor que pudo haberme sucedido, algo tan bueno como la calidad del tequila con el que seguí raspando mi garganta y mareando mis recuerdos, sentada en aquella cantina de mala muerte, aguardando a que una de esas lujuriosas miradas clavadas en mi generoso trasero me invitara a dar un paseo por las sábanas.
Era la tercera noche consecutiva que me la encontraba en aquel ...
... bar al que asistía buscando borrar de mi memoria la imagen de esa quien imagino debe andar del brazo del que se decía mi mejor amigo, caminando por una oscura y estrecha calle de algún exótico país de Asia, deteniéndose en cada esquina a enroscar sus lenguas de víbora, escandalizando a los transeúntes con sus indiscretas y atrevidas caricias, esas de las que mi cuerpo ya no era dueño, esas que me estremecían justo cómo entonces me estremeció el observarla a ella, sentada en la barra con un trago en la mano y la mirada apagada y triste como la mía, esperando encontrar alivio en el fondo del vaso, anhelando rellenar al menos un poco sus vacíos con alcohol.
Era la tercera noche consecutiva que me la encontraba en aquel bar al que asistía buscando un poco de olvido, la tercera noche que su larga y negra cabellera ocultaba a mis ojos la mitad de su hermoso y melancólico rostro, que sus ajustadas prendas resaltaban esas pronunciadas curvas que me producían un cosquilleo interno que luchaba por brotar de mi involuntariamente abultada entrepierna. Algo fuera de lo común había en esa mujer: tal vez era la densa atmósfera que rodeaba su figura, lo largo de sus tacones o la manera en que bebía, no lo sé. No lo sé, pero me hacía querer intentarlo de nuevo, empezar de cero y reescribir mi historia con un final feliz, uno en el que hubiera argollas, ramo y arroz.
Era la tercera noche consecutiva que me la encontraba en aquel bar al que asistía buscando eso que semanas atrás perdiera ...