Con su blanca palidez
Fecha: 04/05/2024,
Categorías:
Sexo Interracial
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... prueba de que no debía fiarse de la aparente bondad de nadie. Aquel gordito pálido parecía inofensivo y bonachón, pero tuvo que dejarse dar por el culo para poder comer aquella piltrafa nauseabunda. Intentar masticar aquellos tasajos inmundos mientras aquel pene desproporcionado profanaba su retaguardia, ante las risotadas de aquellos otros dos colegas que esperaban su turno… Prefería olvidar cómo acabó aquella desdichada aventura, su último contacto con seres humanos hasta esa mañana.
Su anfitriona empezó una complicada conversación por señas, en la que él creyó entender que quería lavarse en un río. Y la verdad es que le hacía falta: no sólo estaba sucia, sino que olía de un modo que Kalu no sabía identificar; pero de algo sí estaba seguro: no era un olor agradable. Ya sabía que los pálidos olían diferente, pero el de Andriy hasta le excitaba, mientras éste le recordaba al del gordito.
¿Eso era todo? ¿Sólo quería que la condujese al río? Kalu la miró a los ojos y decidió arriesgarse y confiar en ella. Pudo haberle matado y, en vez de eso, le había curado y alimentado; parecía dispuesta a cuidar de él. Era una mujer y el amo Tembo, que las conocía bien, las despreciaba; él apenas recordaba ya a su madre y no había tenido trato con ninguna, pero había algo en aquella pálida que le infundía confianza. Quizás fuera su sonrisa… Como un gato, decidió adoptarla como ama. Después del hambre pasado, por lo menos con ella tendría comida…
Se arrepintió mil veces de haber ...
... rechazado, arrogante, el palo que le había ofrecido antes de salir. El vendaje le había aliviado tanto que había sobreestimado sus posibilidades, y ahora estaba pagando las consecuencias. La torcedura de tobillo que arrastraba desde la azarosa huida del gordito y sus secuaces, le había mermado facultades de forma estúpida pero significativa. Ahora que no tendría que seguir vagando buscando comida, esperaba poder recuperarse. Así, si ella le necesitaba para defender sus provisiones, o para lo que fuera, podría contar con él. Pero cojo, no iba a ser de mucha ayuda…
Cuando el amo Tembo se presentó de día en el chalet a buscarle y le llevó con él, le contó vagamente que algo muy grave había pasado, o más bien, iba a pasar: que los dioses les habían castigado y el cielo iba a aplastarlos pronto a todos, y que todo el mundo se había vuelto loco al conocer la sentencia, y tenían que huir… “¿Adónde?” había preguntado Kalu, pero el amo nunca respondió. Primero en furgoneta y, cuando se acabó el combustible, a pie, el amo fue matando a todo el que encontraba en su camino, hombre, mujer, niño, para quedarse con la comida, que muchas veces ni siquiera existía. «Da igual. Menos competencia…», decía.
Kalu estaba horrorizado y halagado a partes iguales. Tembo era tan despiadado como le había conocido siempre, pero había ido a buscarle a él. No sabía adónde iban, pero sabía que iba con él. Ni con su mujer ni con sus hijos: con él. Le había elegido a él, a ‘su debilidad’… Le quería, quizás ...