1. Más azúcar


    Fecha: 14/05/2024, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    ... excitada. Me empujó, me tumbó de espaldas en el sofá. Se sacó el kimono por los brazos. Me sacó la polla del pantalón por la portañuela. Apartó unos centímetros la telita de sus braguitas, y se metió mi polla en su coño. "Ah", suspiró. Cristina comenzó a botar sobre mí, montándome. Sus pezones tocaban mi cara en un continuo vaivén; a veces, conseguía atrapar uno entre mis labios y lo chupaba. "A-ah, Carlos, muerde, muérdeme las tetas", me ordenó Cristina. Yo la atraje hacia mi, abrazando su espalda, y metí mi cara en la canal, salivando, chupando. Me corrí dentro de su coño mientras ella gritaba de placer.
    
    Fóllame alegre viuda;
    
    háblame, sedúceme, rompe el hielo;
    
    llámame que yo acuda
    
    para ser tu consuelo.
    
    Métete mi polla, móntame a pelo.
    
    Cuando salí de casa de Cristina era casi la hora de almorzar. Paré frente un italiano y miré el atril donde se exponía su carta. Me llamó la atención una pizza que preparaban a base de tomate natural; además era económico, así que entré. Una camarera jovencísima, alta, morena, de piernas largas y fuertes como columnas, cintura fina, tetas grandes y firmes y mirada aterciopelada, me acomodó en una mesa para dos personas. Le dije que no se molestase en traerme la carta pues ya sabía lo que quería. "¿Y de beber?", me preguntó con su melodiosa voz, plena del espíritu de una tierra mitad selvática mitad montañosa. Pedí mi bebida: coca cola: más azúcar.
    
    Cuando terminé de devorar la pizza, pedí café, solo, con hielo.... y dos ...
    ... sobrecillos de azúcar. Más. Entre tanto venía el café, tomé una servilleta y comencé a escribir. Vino la camarera. Vio mi escritura cuando posaba el platillo en la mesa. "Escribes", dijo; "Sí", dije alzando el rostro; "Poesía", dijo; "Sí", repetí. Se fue. Pedí la cuenta. La camarera la trajo. Me miró. Miró a su jefe, que vigilaba. Se inclinó, y junto a mí oreja dijo: "Me pirran los poetas". "¡Rocío!", avisó en alta voz el jefe. Pero antes de irse me dijo: "Salgo en veinte minutos". La esperé. Fuimos a su habitación, en un piso que compartía con otros compatriotas suyos, pero que no estaban pues habían partido a la vendimia.
    
    Rocío se quitó el uniforme. Después, el sujetador. Luego, las bragas. Nos acostamos, desnudos. Nos besamos, nos acariciamos. "Carlos, tengo ganas de tu polla", me dijo. Y se sumergió bajo la sábana. Yo sentí la humedad de su boca primero en mi prepucio, luego en el glande. Mi polla se hinchó. Rocío terminó por metérsela en la boca entera, su lengua acariciaba mi tronco. Mi placer iba creciendo a cada vaivén de su cabeza. Iba a explotar. "Rocío, me voy a correr", avisé. Ella alzó sus ojos, dejó libre su boca y dijo: "Córrete". Después siguió mamando. "Oh, oh, Rocío, oh". Me sentía bien, confiado en que mi corrida la satisfaría: sería de campeonato. Retardé mi clímax todo lo posible, mirando mi polla entrando y saliendo de los dulces labios de Rocío, cómo algo tan rudo conquistaba un espacio tan bello. "Ya viene, Rocío", ronqué. Ella gimió. Un borbotón de ...