1. Las tetas de mi hermana Sonia


    Fecha: 21/10/2018, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... muchas de las familias en busca de playas doradas y aguas refrescantes. Por eso, Sonia era de las pocas oportunidades de ver y analizar con frecuencia a una mujer hecha y derecha, con todo lo que debe tener. Y digo de las pocas, porque mi prima, de 14 años, era muy, pero muy delgada, como yo aproximadamente, lo cual no la hacía una candidata a mis espionajes de aprendiz de voyeur. Si, voyeur, porque sigilosamente empecé a merodear a Sonia, para saber de sus momentos cerca de la ducha o del cuarto, para descubrir los momentos en los que se cambiaba y probar si tenía tanta suerte como para atraparla con su cuerpo desnudo. La oportunidad llego, claro. Con tanto tiempo libre era inevitable. Un día a la noche, cuando nos preparábamos para salir, quedamos cambiándonos en el piso superior donde dormíamos todos, solo Sonia y yo. Mientras me terminaba de poner la camisa vi por la puerta entreabierta como Sonia, desde el otro cuarto, entraba al baño solo con un gran tallón. En el acto sentí la oportunidad, y también sentí mi pito demandante pidiendo palma. Me acerque despacio a la puerta del baño, aprovechando que estaba entreabierta y, si, gracias, gracias dios, la cortina de la ducha estaba ligeramente corrida. El espacio que quedaba descubierto evidenciaba el cuerpo majestuoso de mi hermana. A riesgo de parecer exagerado diré que es una de las mujeres desnudas más hermosas que he conocido jamás. A mis quince años, además, la única que pude ver en vivo y en directo. Una cintura ...
    ... de avispa, vientre plano, y unas tetas como pocas veces he visto aun hoy. Enormes, firmes, como riéndose de la gravedad, un par de masas de carne que sugerían pecado y hacían soñar con dejar descansar la cabeza entre ellos para no levantarla nunca. Pezones pequeños y sonrosados, como invitando a la degustación. Cuando se dio vuelta, vi el resto. Dios mío, ese culo parecía tallado… nalgas duras, carnosas. El tamaño de ese culo juvenil es algo que difícilmente pueda borrarse de memoria alguna. Un milagro, algo que una mente quinceañera apenas podía asimilar. Algo que merecía ser agarrado, manoseado, mordido, disfrutado, pero que no podía estar ahí, lavándose impunemente, bajo la ducha, sin disfrutar de los sensuales goces de un cuerpo masculino. Y las piernas de corredora… largas, infinitas, de muslos redondeados y ligeramente bronceados por el sol inclemente, como el resto de su cuerpo. Poco faltó para que, a riesgo de ser descubierto (y apaleado) me abalanzara sobre ella para tocar ese cuerpo en el que ya para entonces sabía no podría dejar de pensar. Un resto de cordura hizo que me alejara a encerrarme en mi pieza, para pajearme duramente, a dos manos, recordando ese cuerpo de diosa. Después del tercer orgasmo me calmé un poco, y bajé para recorrer la ciudad con mis primos. Parques, cines, coca-cola y panchos fueron la constante de esos días, pero yo seguía con una sola idea fija: volver a ver el cuerpo desnudo de mi hermana. A los pocos días vi que Sonia volvía de correr. ...
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