1. Las tetas de mi hermana Sonia


    Fecha: 21/10/2018, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... Siempre lo hace por las mañanas, muy temprano, para mantener su estado, pero ese día se quedó dormida, por lo que su paseo al trote tuvo que esperar hasta el mediodía. La vi, con ese pantalón corto de tela de algodón blanco todo transpirado, pegado al cuerpo, a ese culo maravilloso, y su remera blanca, transparentando completamente su corpiño gigantesco. Eso alcanzó –y sobró– para que sintiera mi miembro crecer sin control. Solté la pelota con la que estaba jugando y con una excusa idiota me separé de mis primos, quienes no me hicieron mucho caso y siguieron jugando entre sí. Discretamente seguí a Sonia escaleras arriba, esperando en el descanso de la escalera hasta que escuché correr el agua de la ducha. El agobiante calor hizo que dejara la puerta del baño apenas entreabierta, lo que aproveché para terminar de abrirla y espiar dentro. Nuevamente admiré ese cuerpo diseñado para el placer visual, entregándome a las más bajas fantasías imaginables: yo apoyando mi pija erguida contra el culo de Sonia; yo capturando desde atrás esos globos de carne palpitante y amasándolos como si en ello me fuera la vida, yo… pero el grito me sacó de mis delirios, cuando abrí los ojos, ahí estaba Sonia, con los ojos abiertos como platos, los dientes apretados y con sus dos manos tratando de tapar sus tetones, sin conseguirlo, mientras me miraba como asqueada. Yo boyaba entre el terror de haber sido descubierto con los pantalones cortos bajos, el pene bien parado en la mano, y la excitación que ...
    ... me producía ver la lucha de mi hermana por tratar con sus pequeñas manos de cubrir esas bellas y enormes tetas enjabonadas. No atiné a mucho, corriendo a paso de pingüino, con los pantalones todavía bajos, recorrí los pocos metros que me separaban de mi pieza, encerrándome con un portazo. Me escondí ahí hasta la hora de la cena, cuando bajé después del tercer llamado de mi abuela. Avergonzado y lleno de miedo por encontrarme con una mesa llena de miradas acusadoras, me sorprendí cuando comprobé que todo parecía normal. Era evidente que Sonia no había dicho palabra, aunque en la mesa evitó mirarme todo el tiempo. Después del postre salimos a la calle para ver cómo, desde la parte elevada de un puente que queda a pocos metros de la casa de mi abuela, un grupo de chicos tiraba globos llenos de agua a los autos que pasan por debajo, ocasionando sendas puteadas de los conductores, impotentes para evitar la lluvia de bombas. Me acerqué a Sonia, que estaba un poco apartada, para intentar explicar, hacer las paces, pero me cortó el principio del discurso de modo tajante: -Soy tu hermana, no me podés espiar como a una cualquiera. Está mal, es una porquería. Si espías así a las mujeres sos un cerdo de mierda, y mucho más si esa mujer es tu propia hermana. Yo sentía que se me incendiaba la cara de vergüenza, y sentí el pito encogerse tanto que pensé que se me iba a transformar en vagina. Las palabras de mi hermana me sonaron tan duras como una cachetada, es más, hubiese preferido un par ...
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