Incesto. alcohol y unas rayas
Fecha: 13/06/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Kiko, Fuente: CuentoRelatos
El bar era un antro de delincuentes de poca monta, pero tenía una mesa de billar nueva y a mí el billar me encantaba. Mis buenos dineros me tengo ganado con aquellos pazguatos que iban a las descargas de tabaco rubio y andaban con los bolsillos llenos, ya que los ilusos se pensaban que sabían jugar y lo más parecido a una bola de billar que habían visto era un ladrillo y los más parecido a un taco era el mango de una escoba.
Tras la barra servían dos chicas, una se hacía llamar Vero. Tenía veinte años, era muy morena, delgada. Medía un metro setenta y seis. Tenía el cabello negro y largo, unos ojazos azules que no le cabían en su linda cara y una sonrisa que enamoraba. Sus tetas eran pequeñas y su culo redondito..., en fin, que era un bombón.
La otra chica que estaba detrás de la barra se hacía llamar Isa. Tenía veinticuatro años, no era ni gorda ni flaca, ni fea ni guapa. Media un metro setenta, su cabello era marrón y corto, sus ojos negros, sus tetas grandes, su culo gordo y era seria cómo un palo, de hecho hasta esa tarde conmigo casi no hablara. Quien si hablaba era Vero. Todos los días que iba al bar me enseñaba una dolorosa nueva, o sea una cuenta que le pagara el idiota de turno por follar con ella. En la cuenta venía detallado todo lo que había cenado la noche anterior. Y la chavala no cenaba cualquier cosa, no. El pescado era siempre lubina, lenguado, mero, salmón o rodaballo. El marisco variaba más, iba desde langostinos a langosta, pasando por cigalas y ...
... centolla. Carne no tomaba, pero el vino era de 50 euros la botella, luego el postre era de lo más variado y la cuenta, la cuenta era para quitarle a uno las ganas de follar con ella. Una tarde que me estaba enseñando una de estas dolorosas, le dije:
-Debes follar cómo los ángeles para que te inviten a cenar casi todas las noches.
Isa, que estaba de pie detrás de la barra secando un vaso, me dijo:
-No creas, por lo menos conmigo no lo hace tan bien.
-¿También le pagaste una de esas cenas?
Me respondió con otra pregunta.
-¿No te sorprendió lo que te he dicho?
-No, sospechaba que te gustaban las mujeres.
A Vero no le había gustado que descubriera su lado lésbico.
-No debías habla de nuestras intimidades, Isabel.
-Ni tú debías querer ser más que su mujer. ¿Qué daño te hizo?
-Ninguno, es el morbo de lo prohibido.
-Y la cena...
Les corté el rollo.
-Dejar el cuento. A mi esposa no la voy a engañar contigo, Vero.
Vero me preguntó:
-¿Nunca la has engañado?
-No.
Entraron dos clientes en el bar y dejamos de hablar. La sonrisa de Vero ya era para ellos y la seriedad de Isa, también.
Una semana después de tener esta conversación estaba yo tomando un vino en un toldo de la fiesta de santa Marta cuando Isa se puso a mi lado. Antes de pedir nada, me preguntó:
-¿Estás solo?
Miré para ella sin levantar mis codos de la improvisada barra y le respondí:
-Sí.
-¿Problemas con tu mujer?
-Discutí con ella. ¿Qué vas a tomar?
-Lo ...