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Verano del 2015
Fecha: 26/06/2024, Categorías: Incesto Autor: Leo211, Fuente: CuentoRelatos
... hacer una mamada en el auto. Me ruboricé. No era algo para ver con mi hija precisamente, por eso sostengo que fue la tormenta perfecta. Estaba empalmado tremendamente y ella lo notó, porque dejó caer una mano encima del miembro que la engendró. Le aparté la mano lentamente y en sus gafas me vi, pero no me reconocí. Era un sujeto diferente un tipo que había perdido la batalla entre el bien y el mal y que pronto estaría follando a su hija sin importar la condena. Decidí permanecer inmóvil con aquella brutal erección y la chica en mi pecho escuchando el corazón que se debatía a muerte entre lo que deseaba y lo correcto. Luché hasta donde humanamente me dieron las fuerzas y finalmente decidí ceder ante la joven voluntad que no claudico a su deseo. —Que pasa papá? ¿Nunca te la chuparon en el auto? —Me pregunto sin rodeos y no contesté. Su mano busco nuevamente el pene, pero esta vez, la dejé ser y le ayudé a liberarlo bajando las bermudas. Me sobo el grueso miembro en la penumbra y cuando ya no soporté las caricias tortuosas de la fémina, la miré con rabia, con deseo voraz e irrefrenable de tenerla. —Ya. Basta. Le implore mientras me enseñaba la tanga negra que extrajo de entre la manta. La tele se apagó y entre las ...
... sutiles sombras del pino que mecía el viento la muchacha olvidó su parentesco y succionó mi verga de forma magistral, la misma que le había dado su vida ahora estaba en su boca y sabía perfectamente qué hacer. Aquel maravilloso y prohibido placer fue retribuido con sabia pericia y en un movimiento felino le masqué el clítoris para que sepa lo que sentía su madre antes de la cabalgata. El último rasgo de luz y de coherencia lo vislumbré justo a la entrada, tenía a la veinteañera lubricada bajo un espeso bigote hitleriano de vellos que también lamí con desesperación ante sus histéricos y entrecortados grititos de "—no papi... no" y apuntalada con la gruesa punta que castiga a su madre. Y ahí unos segundos antes de entrar, recobré la cordura. —Soy tu padre, Cami... No, no puedo... esto no está nada bien... Y cuando comencé una lenta retirada, agarró mis huevos con vehemencia y una lágrima rodó por su mejilla, los ojos dilatados exclamaban la excavación profunda y así sin más y plenamente consciente de mi acto y sus consecuencias le enterré los 21 cm de amor paternal, al contado. Los extensos gemidos de mi hija aún resuenan en mí y el secreto de aquella tarde inexplicable e irrepetible yace en nuestras miradas muy de vez en cuando.