Cuando los gemidos de una mujer son...
Fecha: 02/07/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos
... levantarla en vilo, y así simuló fornicarla. Tras esto la recostó en el piso y allí también representó una violenta cópula ante un público que vitoreaba tales acciones. Tras unas arremetidas a su zona genital del paquete sexual de Roberto, éste se colocó en un clásico 69 y así el rostro de la dama fue el receptor del paquete genital que se embarró en él.
De repente, Roberto la tomó de la cintura y la giró sólo para dejarla sobre sus cuatro extremidades. Así, ahora de a perro, la siguió embistiendo desde detrás, simulando un violento ataque.
«Esto está excelente», pensó aquel testigo que grababa todo aquello, dispuesto a enviarle tales imágenes al pretendido novio de Yazmín, y así mostrarle lo puta que en realidad era.
Claro que fuera de contexto así parecería, pues, con todo y los pantalones puestos, Yazmín recibía fuertes empellones del macho que tenía detrás, aceptándolos riendo, a pesar de ser tan enérgicos que la hacían irse para delante violentamente.
Tras un rato de aquellos empellones, Roberto le metió sus dedos en las trabillas del pantalón vaquero que ella vestía, y de ahí la levantó. Al ser elevada varios centímetros de esa forma los pantalones revelaron las buenas curvas que envolvían. El hombre embarró su propio cuerpo al de ella en un abrazo netamente sexual.
Ella, por iniciativa propia, se giró para quedar frente a frente. Pareció entonces que se disponía a besarlo, obnubilada probablemente por sus deseos sexuales excitados, sin embargo sólo le ...
... dijo algo al oído. Él le replicó, como para corroborar que había entendido bien su petición, y ella asintió con una sonrisa pícara, aunque un tanto avergonzada.
Para pasmo de Álvaro, luego del tácito acuerdo entre ambos, Roberto llevó a Yazmín con él tras bastidores.
Eso no estaba planeado.
«¡Carajo...! ¡Los privados! ¡Ese güey se la lleva a los privados!», entonces pensó.
Y es que Álvaro recordó esos espacios. Más de una ocasión Roberto lo había invitado a asomarse a éstos. Los privados eran pequeños cubículos a donde llevaban a las clientas que solicitaban un servicio de cierta índole, y ahí, pues bueno... dichas damas eran culeadas. Ellas pagaban por ello, de hecho.
“¿Cómo pueden pagar para que se las cojan?”, le decía en voz baja Álvaro a su amigo mientras veían eso. Aquél no podía entender como una mujer pagara por sexo, después de todo allí había mujeres de muy buen ver.
Y es que había manera de espiar hacia al interior de los cubículos, pues estaban ubicados detrás de una bodega, y desde ésta, si se trepaba por encima de un muro que no llegaba hasta el techo, había la suerte de asomarse. Las clientas metidas en la situación pocas veces notaban que eran espiadas, e incluso grabadas, por empleados del lugar, mientras disfrutaban de aquel delicioso servicio.
Roberto le había mostrado cómo él mismo disfrutaba de hacerles el servicio a varias.
Ahora, con eso en mente, Álvaro acudió a un camarero para que, luego de ofrecerle una buena propina, le dejara ...