1. La magia de la Navidad


    Fecha: 20/07/2024, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    "Esta mañana mi polla está hambrienta", le dije a mi esposa cuando desayunábamos en la cocina; "Le diste de comer anoche", replicó mi esposa. Yo, vestido con una bata, sin nada debajo, sentado en una silla de anea cómodamente, pinzando mi taza de café por el asa para sorber, la miré. Mi esposa, también sentada, ataviada con un camisón de tela muy transparente que dejaba entrever el color moreno de sus pezones, sonrió. "Hazme otra paja", pedí. Mi esposa se levantó de la silla y se colocó detrás de mí; metió el brazo derecho bajo el faldón de mi bata y agarró mi polla con la mano: comenzó a masturbarme. La calentura de su mano me excitaba más si cabe. Mientras yo jadeaba ansioso por correrme, mi esposa me susurraba al oído cosas cariñosas del tipo: "Oh, cariño, me gusta tanto tu polla", "Oh, amor, sí, vente, córrete". Derramé mi semen.
    
    Esta noche es la cena de Nochebuena, y aquí tenemos a este matrimonio, Paula y José, entretenido en la cocina con sus cositas sexuales. Paula tendrá que ir al mercado para hacer las compras; a José le ha tocado la limpieza. Pronto ambos se visten, de calle una, de faena el otro, y comienzan sus obligaciones.
    
    "Oy, mi marido, qué pesado es con las pajitas..., un día de estos lo voy a mandar a tomar por culo..., pajéate tú, hermoso..., que no eres manco", iba pensando Paula durante el trayecto al mercado. Como tenía poco dinero, Paula se había vestido para la ocasión. Ella, que era mujer entradita en carnes, treintañera y de buen ver, se ...
    ... había calzado unas botas de media caña sobre unas medias de malla; se había puesto una falda corta negra, por la mitad de los muslos y se había puesto una sudadera amarilla con cremallera por supuesto sin sujetador, para que le flotasen las tetas. Entró al mercado como mascarón de proa de un galeón que surca los océanos y le abrieron paso sin dificultades. Nada más verla el carnicero, gritó: "Paula". Paula se acercó. "Hola, Jorge", dijo con un toque seductor; "Ven, Paula, vente a la trastienda, que tengo algo bueno para ti", dijo el carnicero salivando; "Uy, tengo mucha prisa", objetó Paula; "Bah, tardaremos poco". Paula entró a la trastienda con el carnicero; este bajó inmediatamente la persiana. "Paula, Paulita, qué ganas tenía de verte, ven, chiquilla, ven, ponte cómoda, quítate la falda, ven, así, ponte en pompa ahí, apóyate en mi mesa de trabajo..., así, ough, oohh, oohh, oohh, cómo me pones niña, oohh, uf, uf, ough, ooohhh".
    
    "Toma, el pavo que me pediste, muchas gracias, Paula".
    
    La vio el frutero. "¡Paula!". Aquí no hubo trastienda. Paula, agachada bajo el mostrador se la mamaba mientras él despachaba. Cuando acabó, se levantó de sopetón, dándose de bruces con su vecina Carmencita que se llevaba un manojo de plátanos. La vecina la miró, arrancó un plátano y se lo metió y se lo sacó de la boca sin pelar a la vez que guiñaba un ojo. Paula se fue de allí con la cesta llena de piñas, mangos, aguacates...
    
    El pescadero era un viejete que apenas tenía fuerzas como para ...
«1234»