1. Memorias de África (IV)


    Fecha: 25/07/2024, Categorías: Grandes Relatos, Autor: Carmen Van Der Does, Fuente: CuentoRelatos

    ... reacción fue taparme con las manos los pechos y el sexo sin darme cuenta que estaba vestida.
    
    Entre las mujeres reconocí a Aifon que se acercó a mí, y me levantó cogiéndome de las manos. Esta vez los movimientos eran pausados y acompañados de una sonrisa. Me desnudaron, pero esta vez no sentí vergüenza. Me sacaron de la cabaña y me llevaron hasta donde estaba el jodido potro. Me resistí, pero Aifon tiró de mí con esa sonrisa, que no sabía si era de amistad y confianza o de sátira. Estaba temblando y Aifon discutió con algunas mujeres y algunos hombres.
    
    Me cogió nuevamente de la mano y me llevó a otra parte del poblado, junto a la cabaña más grande que vi el primer día que salí. Había un extraño aparato hecho con ramas y hojas. Era como una cama de hospital, alta, pero con el respaldo más corto que las camas normales. La tapizaron con helechos y musgo como el que usaban para lavarme. No supe de qué iba aquello, pero como un corderito y sumisa, me tumbé boca abajo en esa cama como lo hice días atrás en el potro. Al ver que ya actuaba motu propio, todos se echaron a reír y me ayudaron a ponerme boca arriba. Me di cuenta de que en esa posición la cabeza y el tórax quedan más bajos que las caderas, dejando la vagina y la entrada del culo en una posición más elevada.
    
    En esa postura podía ver mejor a mi alrededor, pero me costaba ver mi cuerpo, sobre todo el vientre, ya que para poder verlo, debía subir la cabeza y eso me forzaba los músculos del cuello. Me abrieron los ...
    ... brazos y me los ataron a las esquinas superiores del camastro, pero Aifon dijo algo en su lengua. Como si estuviera segura de que mis intenciones no eran las de escaparme, me desató, llamó a otras tres chicas jóvenes del grupo y sentándose en el borde la cama, me sujetaron suavemente por los tobillos y las muñecas.
    
    Cuando estuve bien sujeta, se fue y al rato volvió con una calabaza llena de agua, musgo y no sé qué ungüentos que olían a hierba. Se subió a la cama y se arrodilló entre mis piernas. Pude ver su cara, sus hombros y sus pechos, que a la luz del día tengo que reconocer que estaban estupendos. Giró su cabeza y me pareció que les echó una bronca a los hombres que no dejaban de mirar, y éstos se alejaron, quedando allí las cuatro chicas que estaban en la cama, las cuales me habían soltado, Aifon de rodillas entre mis piernas, algunas mujeres más y yo. Con los dedos me pellizcó sumamente el clítoris y me masajeó la vagina mientras con un objeto que al principio no adiviné lo que era, pero que días más tarde pude comprobar que era la concha de un marisco, lo pasó por los labios de mi sexo.
    
    Me asusté y por instinto me contraje y me puse muy tensa, pero las chicas que me rodeaban me volvieron a sujetar por los tobillos y las muñecas. No entendía que demonios quería hacerme, una vez que consiguieron mantenerme quieta, me volvió a masajear la vagina y a pellizcarme el clítoris. Otra vez el frio de esa especie de cuchilla en los labios de mi sexo y en las ingles. Comprendí ...