1. Rosa, casada, incestuosa y morbosa


    Fecha: 10/08/2024, Categorías: Incesto Autor: Kiko, Fuente: CuentoRelatos

    ... cabrón!
    
    Quiso meterle la lengua en la boca pero Rosa le hizo la cobra. El juez se cabreó.
    
    -Va a ser por las buenas o por las malas.
    
    La echó sobre la cama y comiéndole una teta la masturbó a toda hostia frotando su punto G. En nada Rosa se corrió como una bendita.
    
    Después de correrse, le dijo:
    
    -Ok, cumplo tu fantasía. Seré tu profesora de sexualidad y tú serás mi alumno travieso, pero suéltame ya.
    
    El juez tenía un calentón de los que no se pueden aguantar. Metió la cabeza entre sus piernas y le lavó el coño a lametadas. Rosa comenzó a gozar de nuevo, y seguiría gozando al ponerla boca bajo, ya que el juez le abrió las nalgas con las dos manos y le lamió el ojete. Rosa levantó el culo para que pudiera lamer su coño y su culo. Se los lamió. Luego sacó la polla, se la frotó en el coño y después se la metió de una estocada. La quitó, se la frotó en el ojete y le preguntó:
    
    -¿La quieres dentro de tu culo?
    
    Rosa negó con la cabeza y dijo:
    
    -No.
    
    El juez metiendo su delgada polla dentro de su culo de una estocada, le dijo:
    
    -Me da igual que la quieras o que no la quieras. ¡Toma, puta!
    
    No le había dolido, pero le dijo:
    
    -¡Ayyyl!
    
    Le quitó la venda de los ojos, le desató las manos y le preguntó:
    
    -¿Quieres que pare?
    
    Rosa estaba tan cachonda que necesitaba correrse de nuevo. Le respondió:
    
    -Ahora acaba lo que empezaste, maricón.
    
    El juez le folló el culo sin prisa, pero sin pausa. Al rato Rosa metió dos dedos dentro del coño y luego los ...
    ... metió y los sacó acariciando el clítoris al mismo tiempo... Algo más tarde sintió la leche caliente de su suegro dentro del culo. Las piernas le comenzaron a temblar y se corrió diciendo:
    
    -¡¡Jodeeer!!
    
    La profesora y el alumno travieso.
    
    Rosa con una regla de madera en la mano derecha iba de un lado al otro de su habitación. Calzaba unas botas negras de mosquetero. Vestía una minifalda marrón y una camiseta del mismo color que tenía un escote que casi dejaba ver su ombligo. Se detuvo, bajó con un dedo sus gafas de pasta negra, y mirando a su suegro por encima de las gafas, le preguntó:
    
    -¿Qué ha dicho, señor Gutiérrez?
    
    El juez no tenía vergüenza, pues si la tuviera no estaría vistiendo unos pantalones cortos, una camisa blanca, una chaqueta verde, una gorra a juego con la chaqueta, unos calcetines blancos y no calzaría unos zapatos negros de charol. Sentado en una silla con una libreta en una mano, un bolígrafo en la otra y poniendo voz de pito, le respondió:
    
    -Nada, seño.
    
    -Algo dijo tan en bajo que no lo he podido oír.
    
    -No era nada, seño.
    
    Cogiendo la regla de madera con la mano derecha y dando pequeños golpes en la palma de su mano izquierda, le dijo:
    
    -¡Lo que nada no va al fondo! ¿Qué dijo? Hable o lo castigo.
    
    -Nada, seño.
    
    -Estire el brazo y abra la palma de la mano.
    
    Hizo lo que le dijo y le largó:
    
    -¡Zasca!
    
    -¿Qué dijo?
    
    -Nada malo, seño.
    
    -Estire el brazo otra vez. Junte los dedos y póngalos hacia arriba.
    
    El juez cantó por ...