-
Como cada jueves
Fecha: 16/08/2024, Categorías: Infidelidad Autor: Hansberville, Fuente: CuentoRelatos
... desnudez hasta el sofá donde comenzó a hacerse un dedo y esperaba que yo la correspondiera con sexo oral. Después de un minuto de recuperación, alcancé el sofá a gatas. Eva abrió las piernas ofreciéndome toda la feminidad de sus espléndidos 50 años. No tardé en pasar mi lengua por su rajita rasurada. Separando los labios con mis dedos introduje la punta de la lengua en el interior de su coño rosado y, ahora, abierto por la follada. Sabía a polla, a sexo. Me encantaba el olor que producía la mezcla de nuestros fluidos corporales cuando follábamos. Me recreé en la comida. La visión que me ofrecía la mujer de mi vecino con sus piernas abiertas era magnífica. Su coño rosado y jugoso. Su ojete enrojecido y palpitante. Le comí el coño y el culo durante un tiempo indeterminado. Pasando la lengua desde abajo hasta arriba. Succionando el clítoris con los labios, trillándolo con los dientes, mientras le pasaba la lengua muy rápido. Por fin Eva me agarró la cabeza tirando de mi pelo y cerró las piernas en torno a ella. Su "joder, joder, joder..." fue el preludio de un gran orgasmo. Me bebí todos sus flujos hasta que cayó rendida en el sofá de cuero. Pero ahora era yo el ...
... que estaba con ganas de más. Sin darle tregua la volteé. Eva gritó excitada ante la fuerza con la que la manejaba. La coloqué a cuatro patas, apoyando su cabeza en el asiento del sofá. Yo detrás de ella, la agarré por las caderas y la penetré por el culo. Gritó de nuevo al sentir como mi polla no tenía nada que envidiar al consolador que aún seguía pegado al cristal del ventanal: -Dame fuerte, cabrón. Párteme el culo. Acaté sus órdenes y comencé a follármela de manera frenética. Le daba por culo muy fuerte. Notando como su ano se dilataba sin oponer resistencia. Como mi polla avanzaba por el recto de aquella madura sin oposición. Eva se aferraba al asiento con sus dedos y gemía como una gata con la enculada que estaba recibiendo. Finalmente la agarré por la melena y aceleré el movimiento de mi cadera. Con un grito animal me volví a correr en el interior de la mujer de mi vecino. Sentía como mi polla latía en lo más profundo del culo de ella. Soltando los últimos chorros de semen en sus intestinos. Caímos rendidos. Ella sobre el sofá, yo sobre el suelo, como cada jueves cuando yo llegaba desde Barcelona y su marido salía a trabajar en la sede de su partido político.