Mis odiosas hijastras (6)
Fecha: 21/08/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
No podía estar más eufórico. En ese punto, aunque Mariel no me hubiera sido infiel, no iba a poder contenerme. Me iba a comer al menos a una de esas pendejas esa misma noche —a la otra quizás la dejaría para el postre—.
Ya no había dudas de que Agos me correspondía y ahora resultaba que la zorra de Valentina era la que había abusado de mí en la oscuridad, y la que me había alertado de la traición de mi pareja. Era irónico que al final la primera sospechosa fuera la culpable. Qué terrible culeada le pegaría a esa pendeja soberbia cuando la agarre, pensaba. Pero lo más seguro era que primero fuera por Agos. En el baño se había hecho la tonta, diciendo que no estaba segura de si quería que fuera a verla a su cuarto.
Pero cuando decía eso, la princesita dejaba que metiera mano en sus tetas mientras le hincaba la verga dura en las nalgas, casi como si me la estuviera cogiendo a pesar de que ambos estábamos vestidos.
—En qué andaban ustedes dos —dijo Valentina, con la boca llena, pues no se había molestado en esperarnos para comenzar a comer los fideos con salsa. Lo dijo enarcando las cejas, con una sonrisa traviesa que en ese momento se me antojó muy graciosa.
—Nada, Adri pensó que me sentía mal. Pero no me pasó nada —respondió Agos rápidamente, sentándose en la mesa.
El lindo rostro de Sami, iluminado por una tenue luz de vela, pareció muy severo. No era común verla así, casi molesta. ¿Estaría celosa? Si era así, ya me haría lugar para ella. A esas alturas no ...
... tenía motivos para dejar afuera a la tierna rubiecita de dieciocho años.
Decidí que iba a comer solo un plato, y por esta vez no bebería cerveza, sino que me limitaría a tomar agua. Ya no tenía veinte años, y necesitaba sentirme liviano y lúcido para tener una excelente performance en la habitación de la mayor de mis hijastras.
La cena era una buena oportunidad para intimar un poco más con las hermanitas, pero estaba tan concentrado en lo que debía pasar en algunas horas, que no logré mantener una conversación fluida con ellas. En mi mente ya no eran más que actrices porno que no solo cumplirían la función de satisfacerme, sino que representarían una perfecta venganza hacia mi traidora mujer. Gracias a eso ya no me vería en la obligación de sentirme humillado al tener que convivir con alguien que me había metido los cuernos. Abandonar a Mariel en ese punto no estaba en discusión. Por más que me pesase, no estaba en condiciones de irme a vivir solo. Mi situación económica desastrosa hacía que eso fuera imposible en el corto plazo. Pero ahora por lo menos tenía el atenuante de que no me sentiría como un pobre cornudo impotente. La infidelidad de Mariel no se desvanecería por arte de magia, pero yo estaba a punto de equilibrar la balanza, lo que, por demencial que sonara, contribuiría a sostener la pareja.
Cuando llegó la hora de levantar la mesa, Sami me ayudó a lavar las cosas.
La tormenta por fin había terminado, aunque todavía caía la lluvia —mucho menos intensa que ...