Mis odiosas hijastras (6)
Fecha: 21/08/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... caso. El único atributo físico que a veces me elogiaban —inclusive Mariel—, era el buen tamaño de mi verga, que, sin ser especialmente enorme, sí que se salía de la media. Pero así como no tenía grandes atributos, tampoco resultaba despreciable para el género femenino, y la vida me ha dado unas cuantas sorpresas en ese sentido.
Pero en fin, aquella muñequita se había sentido lo suficientemente atraída por mí como para que yo estuviera en ese momento detrás de su puerta.
Sin más preámbulo, la abrí.
Había imaginado muchas cosas, pero no en lo que tenía ahora ante mis ojos. Había pensado en encontrarme con la absoluta oscuridad. Una oscuridad de donde surgiría la dulce voz de Agostina preguntando quién era. Yo cerraría la puerta a mis espaldas y le diría que ella sabía muy bien quién había ido a visitarla, y sobre todo, por qué motivo lo había hecho. También había imaginado que en principio se mostraría reticente, y yo tendría que convencerla de concretar lo que veníamos gestando desde la tarde, cuando ella llegó mojada a la casa. El escenario que más ilusión me hacía, sin embargo, era uno en el que ella estaba esperándome con lencería erótica, iluminada por la débil luz de la vela, que dejaría ante mi vista su hermosa silueta semidesnuda.
Pero claro, no estaba ante ninguna de esas alternativas.
De hecho, ni siquiera fue la voz de Agostina la que escuché apenas entré.
—¿Te perdiste en la oscuridad? —preguntó Valentina—. Mirá que tu cuarto queda ...
... abajo.
Quedé boquiabierto, sin poder reaccionar. En efecto, era Valentina la que me hablaba, pero Agos también estaba ahí, y Sami… Pero lo inusual no era solo el hecho de que estuvieran las tres en la habitación de Agos, arruinando así todos mis planes, sino la apariencia con la que aparecían ante mi vista. Las velas estaban colocadas estratégicamente, de manera que iluminaran el mayor espacio posible, pero aun así todo permanecía en penumbras, salvo los cuerpos de las chicas que aparecían iluminados apenas. No obstante, pude ver que Valentina estaba tirada sobre la cama, en una pose idéntica a la que tenía en el sofá. El codo apoyado en el colchón y la cabeza apoyada en el puño de ese mismo brazo. Sus enormes tetas parecían dos montañas debajo de la remera. No era una remera particularmente ceñida, pero a Valentina cualquier remera terminaba quedándole ajustada. La cama no tenía ni las sábanas ni el cubrecama, por lo que ella no estaba cubierta, cosa bastante llamativa teniendo en cuenta que ya no llevaba puesto el pantalón. Debajo de la cintura, solo tenía una tanguita.
—Perdón. Es que… —dije, dubitativo—. Es que creí haber escuchado ruidos. Perdón. Entré sin pensar.
Muy cerca de ella, sobre el piso, Agos estiraba un extremo del cubrecama. Este estaba atado en los otros extremos en unas repisas. La mayor de las hermanas vestía ahora un pijama de dos piezas color negro, que me dieron la impresión de que eran de seda. La pieza de arriba era una camisa y la de abajo un short ...