1. Dulce panochita maya


    Fecha: 30/08/2024, Categorías: Sexo Interracial Autor: Amotepili, Fuente: CuentoRelatos

    Tómense el tiempo y lean hasta el final, porque les va a gustar.
    
    Desde hace años que trabajo en una empresa de asesoramiento y mediaciones ambientales y me ha tocado intervenir en muchas situaciones entre pobladores indígenas que han vivido por milenios en zonas que han sido afectadas bien por hacendados, empresas privadas, gobiernos nacionales y locales.
    
    Lo cierto es que me tenía que trasladar cada día desde Mérida, Yucatán, a una pequeña ciudad llamada Izamal, en donde hay un monasterio amarillo que era donde se reunía el gobierno local, una empresa turística y la representación de los pobladores mayas para resolver un problema ambiental; allí servían refrigerios unas lindas chicas indias vestidas con sus “pics” todos bordados, que no me dejaban ver sus lindas formas y cuerpos enfundadas en esos amplios vestidos.
    
    Desde siempre –en Pasto- en el sur de mi nativa Colombia me han fascinado las mujeres indígenas, comencé a coger con indias peruanas y ecuatorianas cuando era muy joven, y a estas mexicanitas me las imaginaba desvistiéndolas, quitándoles los “fustanes” y verlas desnudas, para darles mucha verga por delante, por detrás y por donde me dejaran.
    
    La ocasión se me presentó en una visita al centro artesanal de Izamal, donde me tropecé en una venta de “pics” con una diminuta indiecita veinteañera que me veía y sonreía disimuladamente cada vez que servía refrigerios en las reuniones, mientras yo le guiñaba el ojo, le “soplaba besos” o le mostraba mi lengua ...
    ... (como quien lame conchitas) con lujurioso descaro desde mi sillón.
    
    La encontré después de un día de trabajo vendiendo artesanías en una tienda, me reconoció y vino a atenderme –era el único cliente- yo comencé a lanzarle indirectas medio en serio-medio en broma, y me dijo que se llamaba Lupita, que tenía 20 años, y era estudiante, mientras veía con interés como iba llenando la canasta de compras con las artesanías, para después verla asombrada cuando al pagar, vio con ojos muy abiertos mi billetera repleta de dólares y pesos mexicanos.
    
    Sabía que la iba a tener en mi cama, cuando (a pesar de doblarle la edad) tras darle 50 dólares de propina la invité a cenar conmigo en Mérida, y mirando a los lados me dijo: -Si señor…Pero me tiene que dar para el pasaje de regreso, a lo que respondí que no se preocupara por eso, porque si no la traía yo, la mandaba en un Uber.
    
    Esa tarde después de una ducha y rasurarme, esperé excitado en una plaza a Lupita para llevarla a cenar. Se apareció a la hora acordada, deslumbrante en enfundada en un fustán y un bello “pic”; me llevó a comer “papadzules” y “poc chuc”, y tras varios tequilas, coqueteos y muchos cumplidos muy subidos de tono, la invité a mi hotel para una copita más y un postre, a lo que accedió sin muchos remilgos, no sin antes “sugerir” con su marcado acento mexicano que si iba a darle una “lanita” para ayudarla…Y, después que le aseguré darle una buena propina dejo de llamarme “señor”.
    
    En el asiento del taxi me senté muy ...
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