Livia, inca peruana
Fecha: 04/09/2024,
Categorías:
Sexo Interracial
Autor: Amotepili, Fuente: CuentoRelatos
Yo he sentido toda mi vida una atracción sexual muy intensa por las mujeres indias (no las de La India) sino por las nuestras, las de América Latina y Norte América. Desde muy chico las espiaba en la finca donde crecí en Pasto Colombia, hasta que tuve edad y confianza suficiente para montarlas -y que me montaran- y descargar en ellas toda la pasión erótica que aún me despiertan sus rasgos nativos, sus boquitas, sus tetas de pezones tan oscuros y sus panochitas casi siempre lampiñas, muy estrechitas y con ese sabor montaraz de sus ancestros.
Antes de irme a la universidad y con 18 años en la bolsa, me di a la tarea de explorar mi sexualidad con la servidumbre de la casa paternal, donde todas me llamaban "patroncito" y venían de los andes de Perú y Ecuador, y cuando se iba una mucama, la reemplazaba una prima o pariente, por el buen trato y sueldo que se le daban mis padres, y las travesuras que hacían conmigo.
La cocinera que era la única colombiana y que no era indígena de la servidumbre se llamaba Lucía, una paisa entrando en los 50`s con grandes tetas y un culo generoso, que ya después que cumplí los 18 años se dejaba coger sin muchos rodeos, y le daba lo mismo echar un polvo rápido detrás de la puerta de una pieza o una buena mamada de verga en el granero donde guardábamos el pienso de los animales de la finca.
Lucía era una mamadora de pinga excelente, (aunque ponía algunas condiciones), la pinga debería estar lavada con jabón, y que no se viniera en la boca de ...
... ella sin avisarle, y no es que le hiciera ascos al semen, sino que yo a los 18 años y mi hermano a los 23, eyaculábamos cantidades industriales de leche, y a veces se le salía por las comisuras de la boca.
Cuando uno le pedía una mamada, nos hacía esperar en el granero, al rato entraba con una fuente para llevársela luego a la cocina, se desabrochaba el uniforme y dejaba caer esas tetas inmensas que se dejaba mamar con gusto, nos besábamos un rato, y se arrodillaba para ponerse a mamar el clavo caliente que yo (o mi hermano) tenía parado entre las piernas; con mucho gusto después de oler la verga, comenzaba a pasar su lengua húmeda y tibia por la cabeza de la pinga, y sin más protocolos comenzaba a mamar de arriba a abajo; me encantaban los ruidos guturales que hacía con su lengua y sus labios cuando mamaba, y si tardábamos en eyacular comenzaba a chuparse solo la cabeza de la polla con movimientos rápidos y muy sensuales hasta que le avisaba que me estaba viniendo, entonces tomaba profundos alientos y hacía signos con las manos y ojos para que acabara.
Entonces se venían desde las bolas las eyaculaciones más satisfactorias que jamás hubiera experimentado, sentía cinco o seis emisiones de semen que Lucía se iba tragando a medida que las recibía generosamente en su boca, y a veces abría mucho los ojos como si estuviera sorprendida de la cantidad de leche... ¿Pero quién no acaba a mares a los 18 años?
Después de la mamada, se levantaba, se enjuagaba la boca, se sentaba ...