1. Las malas compañías


    Fecha: 17/09/2024, Categorías: Bisexuales Autor: Ber, Fuente: CuentoRelatos

    Tuve un amigo, aseador de calzado, que tenía un local en una calle que es “eje vial”. Él trabajaba allí desde que en esa avenida aún había trolebuses. El local era amplio, en una de las paredes laterales estaba una tarima alta con dos plazas de asientos, en la parte baja estaban los metales donde se descansaban los pies, de tal manera que se podía trabajar dando lustre sin tener que encorvarse. A la entrada estaba un aparador vertical que contenía golosinas y otras vituallas que vendían allí, pero que servía para ocultar a los clientes y saber si alguien entraba.
    
    Yo me bajaba cerca de su local cuando tenía tiempo, para darle brillo a mi calzado y ver las revistas de cómics, las cuales seguía viendo después de que él terminaba su trabajo. A veces, cuando no había clientes, dada la hora cercana a la comida, me pasaba revistas porno y me calentaba viéndolas.
    
    –Ya no te voy a prestar mis revistas –me decía viendo el monte que formaba mi verga en el pantalón–, por lo visto no tienes cómo descargar tanta energía –decía moviéndome el paquetito vigorosamente, cosa que la primera vez me sacó de onda, pero me agradó la forma en que me tallaba.
    
    –¡¿Qué te pasa?! –pregunté como reclamo, pero abrí las piernas para que moviera su mano con más facilidad, y sonreí poniendo una cara cachonda pidiendo más–. ¿Y tú sí tienes con quién descargarte? De seguro para eso usas las revistas… –dije, moviendo la que yo traía en la mano, al mismo ritmo con el que él me acariciaba.
    
    –No, ya no ...
    ... tengo –contestó poniendo la cara triste, volviendo la vista a su tarea con mi calzado.
    
    –¿No estás casado? –pregunté consternado por su gesto de tristeza.
    
    –Sí, pero ya corrí de la casa a la puta de mi mujer –señaló haciendo una mueca de desagrado.
    
    Ya no pregunté más, pero me mostró una foto de su esposa y él en un balneario. Aquí estuvimos en el “Casino de la Selva”, en Cuernavaca. Imagínatela sin el traje de baño, mi esposa está mejor que cualquiera de las viejas que tiene esa revista, dijo poniendo la fotografía en mis manos, refiriéndose a la revista que yo veía. Sí, la figura morena claro y de melena negra de su mujer, con tetas y nalgas queriendo derramarse del biquini, superaba a las chicas porno deslavadas y sin grasa que se empalaban felices en las fotos de la revista.
    
    Empezó a relatarme lo que hacía poco le había sucedido: Llevaba un par de años de casado, cogiendo todos los días: al despertar, antes de venirme a trabajar; a mediodía antes de comer; y en la noche cuando volvía a llegar a casa. Un día ella me dijo que su hermano había llegado de su pueblo y que si le podíamos recibir en casa mientras él encontraba trabajo. Yo le dije que sí.
    
    Poco a poco cogíamos menos para no hacer tanto ruido. Prácticamente, sólo podía echarme el palo del medio día sin la presencia de mi cuñado. Después, también me lo encontraba a esa hora. Un día el vecino del departamento contiguo me dijo que a él le parecía que el hermano era yo, pues escuchaba mucho ajetreo durante el ...
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