1. Las malas compañías


    Fecha: 17/09/2024, Categorías: Bisexuales Autor: Ber, Fuente: CuentoRelatos

    ... encuerada!
    
    Él siguió en lo suyo y me comenzó a mamar la verga y yo imaginaba que era la puta de la foto. Me vine en su boca quedando flácido mi pene, el cual limpió muy bien y me la volvió a guardar para ponerse a trabajar.
    
    Un día que llegué, él atendía a una mujer, la cual traía una falda corta, pero eventualmente abría las piernas dándole una buena vista al bolero. “Siéntate, ahorita te atiendo”, dijo dándome unas revistas de cómics. Yo tomé asiento justamente frente a ellos, distrayéndome frecuentemente de mi lectura. Cuando ella se fue, se despidió de él dándole un beso en la mejilla y a mí una sonrisa con un ademán de despedida. “¿Tu nueva conquista?”, pregunté cuando ella salió. Me dijo que era una de las putillas del barrio y su cliente desde hacía meses. Por eso le gustaba a ella “dar cinito” abriendo las piernas, para ver si conseguía clientes.
    
    –Ya me cansé y tengo que ir a comer algo a casa, ¡quieres acompañarme? –me dijo y entreví su intención, la cual acepté pues la putilla me puso caliente.
    
    Caminamos unas cuadras y entramos a una vecindad con viviendas de uno o ...
    ... dos cuartos, separados con paredes de mampostería y techos de lámina. Ahora entendía por qué el vecino estaba al tanto de lo que pasaba en la vivienda de al lado. Adentro, abrió el refrigerador y sacó unas cervezas, las tomamos con calma. Saco las fotos de su exesposa y me las dio. Ocurrió lo mismo: me acarició, pero esta vez me quitó el pantalón y la trusa para que gozara mejor de sus caricias. Al rato nos desnudamos y nos colocamos en un 69. Yo dejé las fotos a un lado y me dediqué a atender aquel gran trozo de carne y lamer los huevos, que sólo podía meter uno a la vez en la boca, en cambio él jugaba con los dos míos revolviéndolos con su lengua. Seguimos mamando hasta venirnos.
    
    –¿Quieres sentirme adentro de ti? –preguntó blandiendo ostensiblemente su instrumento que volvió a crecer.
    
    Yo me negué, pero se me antojó volvérselo a chupar y lo hice. Me sujetó de la cabeza sin importarle mis quejas y me folló hasta que derramó directamente en mi garganta su leche. “Eres un salvaje”, le dije cuando terminé de toser, mientras él se carcajeaba. Me vestí y me fui enojado. No lo volvía ver. 
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