1. Encuentro esporádico con una persona especial


    Fecha: 04/11/2024, Categorías: Transexuales Autor: Daigarus, Fuente: CuentoRelatos

    ... cada lamida que le daba. La estaba excitando a propósito para que luego le diera lo que él quería: una buena chupada.
    
    Con las inquietas manos, exploró el pubis, los muslos, las rodillas y las pantorrillas. Le gustaba lamer piernas de mujeres, en especial la zona baja. Le lamió los pies, chupó cada uno de los dedos, la suela, el empeine, los tobillos y el talón. Mordisqueó y saboreó la piel con ímpetu. Estaba tan ensimismado en el juego exploratorio que había perdido noción del tiempo transcurrido.
    
    Cuando retornó a la parte de arriba, se encontró con las delicadas manos con uñas largas y sin filo. Las llenó de besos y le pidió que las mantuviera quietas. Ella no se resistió en ningún momento, quería que él siguiera adelante toda la noche. La babosa lengua recorrió los antebrazos, los codos, los bíceps, los tríceps, los deltoides y las axilas. Las manos se concentraron en las abultadas tetas que yacían ocultas detrás del sostén.
    
    Andrea estaba sobrecogida por lo que estaba sintiendo en ese momento. Sabía que un hombre calentón era el único que podía darle tanto placer con las manos y la boca. La blancura de su piel estaba tomando un color más natural y vibraba con cada caricia que recibía. Al ruborizarse, su rostro tomaba un color fuerte, como si se estuviera quemando. La temperatura corporal había aumentado más de lo esperado.
    
    Pablo se desvistió, se quitó la camiseta, el pantalón vaquero, los calcetines y la polaina. Lo único que le quedó fue el bóxer blanco que le ...
    ... cubría los genitales. El cuerpo del hombre lucía vigoroso y marcado, como el de un atleta. Andrea se maravilló al ver esos músculos definidos. La superaba por unos pocos kilogramos de diferencia. Le tocó el pecho y los pezones, luego los marcados abdominales y por último la ingle.
    
    —¿Te gusta lo que ves?
    
    —Adoro los hombres fibrosos. Me ponen cachondísima.
    
    Se desabrochó el sostén, le pidió que le devorara los pechos y que palpara su agujero. Pablo se reacomodó encima de ella para darle el gusto que se merecía. Le comió las tetas, besuqueándole las areolas mamarias como una bestia en celo, y le metió los dedos ensalivados en la parte interna de la concha. No sintió nada raro al tocarla, le parecía lo más normal del mundo. Esa bella mujer era una joya hecha carne.
    
    Pablo era bueno para calentar mujeres, sobre todo durante periodos de calistenia. Sabía cómo tocarlas y cómo hacerlas sentirse bien antes de penetrarlas. A Andrea se la devoró sin piedad, le chupó los pezones y le lamió los puntos más sensibles una y otra vez. La besó en la boca y le pellizcó los cachetes. Notó que su piel era elástica como un chicle. Al verla a los ojos, le trajo recuerdos de alguien que conocía. Supuso que ella guardaba algún parentesco con su mejor amigo del pasado.
    
    —Me recuerdas a alguien —le dijo y estudió su mirada—. La palidez de tu piel y la brillantez de tus ojos son idénticas a una persona que conozco.
    
    —¿Una de tus novias anteriores?
    
    —No. Es un amigo al que extraño mucho. ...
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