1. Colitas vemos, corazones no sabemos


    Fecha: 03/12/2024, Categorías: Infidelidad Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos

    ... hizo lo impensable, con su lengua lamió sus labios en un ademán visiblemente sugerente. Ella quería verga.
    
    Aquel gesto fue casi como si me dijera:
    
    “¿Quieres culearme?”
    
    Total que durante todo el camino al pueblo continuamos con un ping-pong de miradas que alentaron mis expectativas.
    
    Hasta que llegó el momento de que ella se bajara. Yo de tonto la dejaba ir sin hacer nada. La seguí.
    
    La seguí hasta su casa en donde me invitó a entrar.
    
    Vi que la fama de coqueta tenía buen cimiento. Definitivamente para mí en ese momento ella era una putona. Tenía que serlo, si no por qué invitar a un hombre a su casa donde seguramente no estaba su marido, eso pensé.
    
    “¿Y tu esposo”, le pregunté sólo por remarcar lo obvio. Evidentemente no debía de estar si no por qué me había invitado.
    
    “‘Orita viene... ¡Abel!” y que le llama para mi sorpresa.
    
    «Pues entonces de qué se trata esto», pensé.
    
    Incluso creí que estaba bromeando y reí, no obstante...
    
    El hombre apareció, el muy cabrón estaba allí. Pardo; ojeroso; delgado, casi en los huesos, muy desmejorado. Caminaba apoyado en dos palos que usaba a manera de bastones. Traía una bolsa de orina sujeta a una de sus piernas. Su camiseta de tirantes, las sandalias, y las bermudas que vestía le empeoraban el aspecto. Ahí junto a su bella esposa generaba un total contraste.
    
    Me tendió la mano y lo saludé automáticamente.
    
    “¿Quieres algo de tomar?”, me preguntó él.
    
    Torpemente asentí, me sentía en una situación incómoda. ...
    ... Estaba confundido.
    
    Abel me invitó a sentarme, así iniciamos una conversación.
    
    “Mira, no sé si sabes pero hace tiempo tuve un accidente en una combi, cuando iba al trabajo. Desde ese día quedé mal. Ya no puedo trabajar, ni siquiera puedo...”, Abel me confió aquello no sin demostrar que el hacerlo patente le afectaba en lo más hondo.
    
    Como hombre podía entenderlo. Quedar discapacitado así. Sin ya siquiera poder... Abel quedó afectado en varios aspectos y uno de ellos era el sexual, ya no podía complacer a su mujer.
    
    Él incluso le había propuesto a ella que lo dejara, no obstante no lo había aceptado. Ella lo amaba, según sus propias palabras, así que se hizo cargo de los ingresos económicos y era por ello que trabajaba diariamente. Aunque también había un ingreso extra. Los medicamentos y las consultas de Abel lo hacían necesario. De vez en cuando ella “pescaba” a alguien como yo, alguien interesado en cogérsela, y ella se ofrecía a hacerlo a cambio de una remuneración económica.
    
    Un pago que no dudé en aceptar, claro.
    
    La mujer a quien llené de halagos, confesándole mis sentimientos por ella, se desnudó ahí mismo, en la sala de su casa.
    
    Ella agradeció mis palabras pero dejó en claro que ella sólo hacía eso por necesidad.
    
    “De no ser así ¿crees que yo haría algo como esto?” dijo, y la señora se retiró las pantaletas, la última de sus prendas, las cuales cayeron al suelo.
    
    En su propio sofá, y bajo la aprobación del marido, aquella mujer se puso de a perrito, ...