Colitas vemos, corazones no sabemos
Fecha: 03/12/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos
... como le había pedido, dispuesta a ser penetrada.
Mientras le realizaba los preliminares, lubricándole con la lengua la abertura vaginal que me iba a recibir, su marido; sentado en un raído sillón; nos contemplaba.
Noté que el sofá estaba cubierto por una tela de color negro, probablemente previniendo una posible mancha. De hecho me pareció ver resabios de alguna, pero no le di importancia.
Ahí mismo íbamos a ejercer el ayuntamiento extramatrimonial, que no adultero, pues estaba consentido. Por fin le contemplaba ese hermoso culito a la musa de mis chaquetas y mi verga no podría estar más parada.
En poco entraría a la vagina de la esposa de aquél que nos miraba pues esto era parte del trato, Abel estaría presente.
Metí primero mi dedo, el primer invasor, para que explorara aquella caverna. La parte más íntima de la mujer que quería penetrar.
Pese al placer experimentado no pude evitar sentir pena por Abel, digo, estaba por penetrar a su mujer y él ya no podría hacerlo en la vida. Ese hombre ya no llevaría la vida de antes. Imposibilitado para copular, ya sólo le quedaba mirar cómo otro hombre hacía gozar a su mujer.
Él la amaba, eso era evidente, y aún yo me sentí tentado a dejar la situación. La verdad me sentí culpable. Sin embargo la naturaleza fue más cabrona. Mi báculo de carne no aceptó perder esa oportunidad, así que se dirigió rumbo al prometido destino.
Nunca antes había sentido una penetración tan ...
... placentera. ¿Sería por metérsela a una mujer casada? La hembra de otro hombre. Como fuere se sentía estrecha, hecha para la cópula sexual.
Mientras la fornicaba el marido se durmió, como que le ganaba el sueño, aunque se llegaba a despertar. En uno de esos momentos en los que perdía la consciencia me sinceré con ella, le dije que me arrepentía de haberla criticado suponiendo que le ponía el cuerno a su esposo.
Yo, al igual que muchos otros, la mera verdad, la prejuiciaba por cómo vestía. La tildé de puta más de una vez. Bueno, esto no se lo dije, pero lo pensé. No cabe duda, uno critica sin saber cómo son en realidad las cosas.
“Yo, por mí, no haría esto —me dijo—. No te creas que soy lo que la gente cuenta. No soy ninguna puta necesitada de macho. Si hago esto, más que por el dinero lo hago por Abel. A él el verme así le provoca el único placer que le queda. Y yo sólo quiero complacerlo. Sólo lo hago por él”, me dijo no sin evitar sus propios gemidos mientras yo la continuaba penetrando.
Abel volvió a abrir los ojos y miró con placer la cópula, imaginándose supuse, que yo era él mismo, a su vez que su esposa asimilaba mi falo que entraba y salía de sus entrañas como la verga de su propio marido, quien le hacía el amor. Es así como ambos disfrutaban del sexo y de su amor, a pesar de todo.
“Te amo”, ella decía pese a ser yo quien la penetraba.
Abel la miraba amoroso y le sonreía mientras que yo seguía ayuntando a su mujer.