1. Ninguna decisión es final, todas se ramifican en otras


    Fecha: 07/12/2024, Categorías: Infidelidad Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos

    Éste no es un relato al uso. Si alguien busca sexo explícito en él, que no lo lea.
    
    Sheila echó un último vistazo a su casa haciendo balance de todos esos años y la pesadumbre invadió su ánimo. ¿Había merecido la pena? Recapitulando a posteriori pensó que no.
    
    Tras ese último repaso, cogió las maletas sabiendo que ya nunca más iba a pisar la que fue su casa y en ese momento de introspección Damián abrió la puerta. Al no esperarlo, el corazón le dio un vuelco, puesto que le avisó de a qué hora pasaría a recoger sus cosas para no encontrarse con él y no tener que pasar por el bochornoso momento de dar absurdas explicaciones. Aun así, se alegró de verle una última vez.
    
    Los asuntos legales se habían resuelto ante notario. De mutuo acuerdo, la casa se la quedaba él, fingiendo que la decisión era ecuánime, pero, ¿qué era lo justo realmente? ¿Un bien material como pago del dolor, la rabia y la frustración de haber recibido aquel sablazo por la espalda? Sin duda, ambos estaban en desacuerdo en aquella tácita transacción.
    
    La encontró más delgada. Quizás con cuatros kilos menos, y eran sus mejillas hundidas el mayor indicador de esa pérdida de peso. Pese a ello, seguía encontrándola tan atractiva como siempre. Iba sin maquillar, con unos jeans ajustados, un suéter gris de pico y una cazadora de cuero negra. El cabello suelto le caía como una cascada por su espalda y sus ojos oscuros denotaban su pesadumbre.
    
    —Hola Sheila, —la saludó intentando contener la mezcla de ...
    ... emociones.
    
    —Hola, —respondió con frialdad, aunque alegrándose de verle.
    
    —He oído que te marchas del pueblo.
    
    —Sí. Es lo mejor, —afirmó.
    
    —¿Huyendo?
    
    —Simplemente me alejo de lo que me hace daño. Aquí ya no me ata nada. Es un pueblo pequeño. Todo el mundo me señala con el dedo. No puedo salir a la calle. No puedo trabajar. Me siento como un pájaro al que le falta un ala.
    
    —Bueno, tú te lo buscaste. No pensaste en el daño que podías hacer tú.
    
    —¿Has venido a echármelo en cara y a remover la mierda? —se quejó.
    
    —No, perdona, —se excusó. —No era mi intención. He venido porque necesitaba saber por qué. Nunca respondiste a eso. Hasta ahora no ha habido más que silencio por tu parte. Es tu vida y sé que no tienes por qué darme ninguna explicación, aunque creo que me la merezco, después de todo.
    
    —¿Qué quieres que te diga? No hay nada que explicar. No sé qué es lo que quieres saber.
    
    —No he venido a hacerte reproches, y sabe Dios que no es el morbo el que alimenta mi curiosidad. Sólo quiero entender los motivos. No puedo dormir por las noches pensando qué hice mal, o qué fallaba en nuestra relación y qué te motivó a hacerlo, cuando parecía que todo iba bien entre nosotros.
    
    —No hiciste nada mal, Damián. Fue culpa mía. Ya lo asumí en su momento. Tú llevas la pesada carga de la traición y yo la de la culpa, que aunque no lo creas, no es menos pesada.
    
    —¿Pero por qué lo hiciste?
    
    —Supongo que no supe decir que no.
    
    —No supiste o no quisiste.
    
    —¿Eso es lo que ...
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