1. Ninguna decisión es final, todas se ramifican en otras


    Fecha: 07/12/2024, Categorías: Infidelidad Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos

    ... pilló en un momento de flojera emocional. No debería haberse quedado…
    
    —No. Lo que no deberías es habértelo follado, —le interrumpió.
    
    Sheila le clavó la mirada como si de una daga se tratase, pensando si merecía la pena seguir sincerándose con él.
    
    —¡Perdona! —volvió a disculparse él, viendo que estaba perdiendo la compostura.
    
    —No, no te perdono. No paras de interrumpirme para hacerme reproches. Eres tú quien ha venido cuando no deberías haberlo hecho. Eres tú el único que parece estar interesado en tener esta conversación, y eres tú quien quieres saber los morbosos detalles. Pues te diré una cosa. Me folló él a mí, y no al revés. ¿Quieres que siga? —le preguntó alterada.
    
    —Para el caso es lo mismo, —respondió indignado.
    
    —No paras de acusarme. Sabía que esta conversación era inútil y que no conducía a ningún lugar. Por eso nunca quise contarte nada.
    
    —Imbécil de mí. Ahora resulta que estuviste dos meses poniéndome los cuernos. No me lo puedo creer, —aseveró de forma retórica.
    
    —Pues créetelo.
    
    —No sabía que te abrías de piernas con esa facilidad, —le dijo finalmente indignado.
    
    —Yo tampoco, —respondió sin pretender disimularlo y casi convencida de que era cierto, pues tanto lo había oído en las últimas semanas que estaba empezando a creérselo.
    
    —Que te vaya bien Damián, —dijo mientras cogía las maletas, advirtiendo que la conversación se había tornado demasiado tensa y que, pese a no pretender juzgarla, no había parado de hacerlo, no obstante, era ...
    ... algo con lo que ya contaba. Por otro lado, se alegró de tener la valentía de exteriorizarlo por fin ante él, considerando que en un primer momento no estaba tan segura, pero cada vez estaba más convencida, y eso le estaba sirviendo para alejar sus demonios y convencerse a sí misma de que, aunque determinados actos tenían sus consecuencias, habían sido sus decisiones, para bien o para mal.
    
    Sheila dejó las maletas en el suelo otra vez y le dio las llaves del piso, y pese a su enfado, le dio un beso en la mejilla. A continuación las cogió de nuevo y se despidió con un adiós, pulsó el botón de llamada del ascensor, esperó a que subiera, y Damián salió al rellano.
    
    —¿Vas a volver a verle? —preguntó.
    
    —No es asunto tuyo.
    
    —¿Eso es un sí?
    
    —Interprétalo como quieras.
    
    —Entiendo pues que lo es.
    
    Sheila lo miró sin afirmarlo, pero tampoco sin desmentirlo.
    
    —Creo que ya se me han disipado mis dudas, —agregó.
    
    —Sí, supongo que sí, ¿algún otro veredicto? Porque no has hecho más que juzgarme.
    
    Damián no quiso cruzar el umbral de la puerta y meterse en casa sin responder a la pregunta.
    
    —Creía conocerte durante todos estos años, pero me equivocaba. No te conozco en absoluto. O te has convertido de la noche a la mañana en algo que no eras.
    
    —¿En qué me he convertido? Puedes decirlo, —le retó.
    
    —En una mujerzuela, y lo malo no es sólo eso, sino que pareces complacida de ello.
    
    Sheila lo miró, ahora sí, con desprecio, se metió en el ascensor, pulsó el botón de bajada ...