1. Mis cuentos inmorales (Entrega 36)


    Fecha: 29/10/2018, Categorías: Otras Categorías, Autor: Febarsal, Fuente: CuentoRelatos

    Los que han leído el anterior relato de “Las confesiones de la Marquesa de Tócame Roque”, saben que es una señora de mediana edad, viuda y con una enorme fortuna que le ha legado su difunto marido el marqués de “Tócame Roque”, pero con la condición de que, si se casa, esa fortuna irá a parar al convento de los “Frailes Berenjenos”.
    
    La señora marquesa es una beata de “mucho cuidado”, fiel cumplidora con los preceptos que manda la Santa Madre Iglesia; pero su terrible pecado es que tiene tal “furor uterino”, que su lucha es constante contra sus instintos carnales; por eso, cada vez que peca contra el sexto mandamiento (que es casi todos los días) se va a confesar con fray Pepo, su guía espiritual.
    
    La trama es, que los frailes la quieren casar para heredar la fortuna del difunto marqués, y han comprado a fray Pepo con la promesa de darle un 10% de lo heredado para que la case. Una agencia de empleo, de acuerdo con los frailes, le han enviado un jardinero muy guapo, tanto o más que el Clonney ese para que consiga llevarle al altar.
    
    La última confesión, (que fue ayer) casi la tiene convencida para que se case con Carlos, ese jardinero tan “macizo” que le han enviado. Le han prometido darle un par de milloncetes de pesetas si lo consigue.
    
    30 de Mayo de 1950
    
    Carlos acudiendo a la llamada de la marquesa (desde ahora la llamaremos Fifí)
    
    -¿Me llamaba, señora marquesa?
    
    -Te he dicho mil veces, que cuando estemos solos me llamen Fifí. –Dijo con cara fingida de mal ...
    ... humor.
    
    -Ya sabe señora que me cuesta mucho trabajo. Soy su jardinero, y por lo tanto le debo un respeto siempre.
    
    La marquesa para sus adentros. ¡Ay cacho cabrón! Si cuidaras "la rosa" que tengo entre las piernas cómo las del jardín, que feliz me harías.
    
    -¿Decía algo, señora..? ¡Ay perdón! ¿Decías algo Fifí? Carlos intuyó la mirada lasciva que la marquesa le echó hacia sus partes.
    
    -Te digo, y por cuarta o quinta vez, que desde que me libraste el otro día de las garras del pecado de la carne, y vi en ti tanta dulzura y tanta bondad... Y como me dijiste que no harás nunca el amor conmigo si no es bendecido por Dios nuestro Señor, he decido que sí, que me caso contigo. No me cabe duda, que eres ese “ángel” que me envía el Señor para evitar mis pecados del sexo.
    
    -Fifí. Ya te lo dije cuando tuve la ocasión de poseerte. Soy un hombre puro y casto, y jamás (aquí Carlos se esforzó por ser muy convincente) no haré el acto sexual si no es con la mujer que Dios me dé.
    
    Tomó por el brazo a Carlos diciéndole con voz dulce y canora.
    
    -Ven corazón, siéntate junto a mí. Se hallaba la marquesa acostada en su cama
    
    Carlos se sentó junto a ella, fingiendo el recato necesario para convencerla de sus buenas intenciones.
    
    -Cariño. –Estoy totalmente decidida a casarme contigo. Los doce mil millones de pesetas de la fortuna de mi difunto Donato que me deshereda si me caso no me importan. ¡Qué se los lleven los frailes! Mi alma vale mucho más.
    
    Como platos se le pusieron los ojos ...
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