La curvy deseada (2)
Fecha: 11/01/2025,
Categorías:
Confesiones
Autor: J C Meliani, Fuente: CuentoRelatos
El edificio en el que vivía Carlos estaba dotado de todos los servicios adicionales de una residencia de alto nivel. Portero permanente, sistema electrónico de vigilancia, amplio hall con sillones para esperar las visitas que por cualquier razón no acceden a las viviendas.
Tras saludar al conserje de turno, Carlos le franqueó la puerta del ascensor y marcó la planta Ático. Solo había dos puertas. Carlos mediante llave electrónica a distancia abrió una de ellas, la situada a la izquierda. Inmediatamente se encendieron las luces. Rosalía tuvo la sensación de entrar en un palacete. Un amplio salón cuya continuidad enlazaba con una terraza decorada con exquisitez con plantas que preservaban la intimidad de las miradas de los edificios colindantes, en uno de los extremos de la terraza había una pequeña piscina rodeada de parasoles y dos tumbonas. Como le había explicado Carlos, desde la terraza se divisaba toda Barcelona, el mar, y por el lateral la cercana montaña del Tibidabo. Una visión privilegiada.
Carlos le ofreció asiento cómodo bajo un toldo que protegía del sol, todavía incipiente, pero que se adivinaba aumentaría sus rayos en días venideros. "Que deseas tomar, un gin tónic, seguimos con cava, o prefieres champan auténtico, aquí guardo unas botellas de Dom Pérignon para las buenas ocasiones y ´hoy es una de ellas".
Rosalía quedó deslumbrada por el lujo reinante en el piso. En el salón comedor, colgaba un Miró auténtico y dos Casas. Probablemente estos tesoros ...
... justificaban el sofisticado entramado de cámaras de seguridad que estaban repartidas por todas las estancias.
Ante la invitación, y puesto que no había bebido nunca, se inclinó por el Dom Pérignon. Carlos, salió un momento y reapareció con una cubitera, dos copas y la consiguiente botella. Además, colocó encima de la mesita unas trufas heladas.
"Si me dispensas un momento, y puesto que estoy en mi casa, me voy a poner más cómodo. Si lo deseas, puedo ofrecerte alguna bata y zapatillas para que te encuentres más a gusto".
A medida que trascurría el tiempo, la mujer aquilataba la situación, pero, en verdad, no tenía ni remota idea de lo que le esperaba. A modo de ejemplo desconocía que su teléfono móvil había quedado anulado desde el momento en que cruzaron el umbral de la puerta, mediante unos sensores, a la manera con que se aíslan las salas de reuniones de algunas grandes empresas o despachos de políticos.
Dudaba en cambiarse de ropa. Sus cálculos de seducción los tenía estudiados en la abertura de su falda mostrando generosamente sus piernas bien torneadas y el ligero escote que asomaba por su camisa desabrochada, pero, Carlos casi decidió por ella. Acababa de regresar con un batín corto que le dejaba al descubierto medio cuerpo y zapatillas. En la mano llevaba una bata rojo fucsia y unas pantuflas del mismo color, que ofreció a su amiga. "Te lo dejo aquí, por si te apetece cambiarte... en la puerta de la izquierda hay un baño".
Inmediatamente Carlos puso en ...