1. Nuestro primer e inesperado trío (parte 1)


    Fecha: 21/01/2025, Categorías: Sexo en Grupo Autor: MarcoAntonio94, Fuente: CuentoRelatos

    ... notaba que estaba feliz por lo que se le había concedido.
    
    Decidimos que sería buena idea ir a almorzar a la plaza y conocer las haciendas que se encontraban en el pueblo, así que subimos a bañarnos y a arreglarnos. Nuestro invitado fue el primero en ocupar el baño y después nosotros. A decir verdad, no hicimos el amor en la regadera, queríamos reservarnos para lo que vendría después. Al cabo de una hora, salimos.
    
    La mañana se había puesto calurosa y el conjunto de Ana era para la ocasión: llevaba un short de mezclilla corto y apretado que hacía lucir sus bonitas piernas y resaltaba su esponjoso culito; una blusa blanca, holgada, de mangas cortas, cuyo escote, que ya resaltaba sus bien formados senos, terminaba en cordón entretejido en medio de su pecho, a modo de agujetas, que revelaba el centro de su pecho y su brasier rojo. Su cabello amarrado en una coleta levantada hacía lucir su fino cuello y sus tenis blancos le daban un aire juvenil.
    
    Parecía que Fernando y yo nos habíamos puesto de acuerdo: ambos usamos short de mezclilla y camisetas tipo polo con tenis cómodos para caminar. Sólo discrepábamos en los colores.
    
    Llegamos a la misma fondita, que el día anterior nos cautivó con un manjar de comida mexicana. Durante el almuerzo se notaba que la confianza de Fernando aumentaba, ya que no simulaba sus miradas al escote de mi mujer. Tampoco eran irrespetuosas o lascivas, su cara era la de un niño viendo una tienda de juguetes en un centro comercial. Ana tampoco ...
    ... mostraba incomodidad, todo lo contrario, en ocasiones bromeaba con él:
    
    - ¿Disfrutas la vista, Fernando? – le decía cuando las miradas eran más que evidentes.
    
    - Eh… a decir verdad, sí – respondía sonriendo sin evitar ponerse rojo de nuevo.
    
    Terminamos de almorzar y fuimos a la hacienda que databa de la época colonial y que ahora se usaba como centro para eventos privados pero que permitía el ingreso al público, al ser patrimonio histórico del lugar. Afortunadamente, apenas y había gente recorriéndola, salvo un par de familias de turistas.
    
    Recorrimos el sitio, disfrutando de la caminata. Fernando y yo disfrutábamos de la vista que Ana nos daba y ella gozaba de nuestras miradas, así como de los besos y arrimones que yo le daba. Cuando eso ocurría, Fernando se quedaba mirándonos cual perrito que ve comer jamón a su dueño y espera un pedazo. Ana no le negaba los besos, cuando no había gente que los pudiera ver, y un par de arrimones. De tanto erotismo ambos sufríamos de una fuerte erección que Ana mantenía viva con roces, toqueteos y besos apasionados.
    
    Al cabo de una hora recorrimos todo el lugar y, como aún era temprano, fuimos a la otra hacienda del lugar que, más que hacienda era en épocas virreinales un ingenio azucarero y ahora era propiedad de una cadena hotelera.
    
    En este segundo recorrido las cosas fueron más atrevidas. Ahora le dábamos nalgadas a Ana en cada oportunidad. Si el sitio se prestaba, ya no eran besos apasionados sino fajes y manoseos descarados y ...
«12...181920...34»