-
El sereno (partes 1 y 2)
Fecha: 23/01/2025, Categorías: Confesiones Autor: Leo211, Fuente: CuentoRelatos
... disimular soltó que el marido la tenía desatendida. Al menos eso entendí yo, que ni lento ni perezoso le dije. -Si vos fueras mi esposa no te dejaría dormir ni dos horas. O algo por el estilo. La mujer menor que mi hija me clavo los dos puñales azules y cristalinos. Se apoderó de mi una exitacion que intenté disimular con el termo. Se puso nerviosa y de pie e improviso una escusa para huir. Esa noche fue eterna y no sólo para mí, pude ver la luz detrás de cortina de su cuarto encender y apagarse muchas veces. Los días sucesivos fueron pasando y solo intercambiamos miradas cómplices con silencios incómodos. Pero unos días después me sorprendió justo a mi lado, jovial, risueña. Como si nada hubiera sucedido y es que realidad nada había pasado. Compartimos el mate hasta que se acabó el agua, no dejé de pensar en cómo me gustaría penetarla ni un instante y creo que ella pensó lo mismo. Sino por que estaba allí? A que vino? La mujer estaba caliente y no se iba a ir sin el alimento. -Ya es tarde, me tengo que ir. Se disculpó. -Segura? Porque mejor no pasas y te muestro la casa. Le sugerí agachando la mirada. Se río, nos reímos... Entró tres pasos antes que yo que no podía dejar de mirar ese culito perfecto que el shorts realzaba. Caminamos un breve laverinto que nos depósito en el aposento deslucido, la bombilla de luz dejaba ver el colchón sepultado en el suelo y ventilador ...
... rumoreando. Nos besamos de pie y tuve que inclinarme para vever de esa boca deseosa, sin palabras me quite la sudadera y le mostre mi pecho donde el crucifijo nadaba entre los bellos. Deslice su musculosa hacia arriba y me ayudó levantando los brazos, como quien pela una fruta deliciosa. Mi pene estába reventando el sleep y ella lo noto, se arrodilló bajó mi jogging y descubrió en el matorral la anaconda cabezona y torcida. Abrió sus ojos más de la cuenta para certificar el tamaño del brutal falo que la iba a atravesar. Me acarició la bolas con énfasis hasta que le implore que succione mi pija. Y así estuvo largo rato en una sinfonía de gozos auténtica. La desvesti con máxima cautela, la última muralla en caer fue la braga de encaje blanco no sin antes correrla y dedearla con la punta del pulgar que se percato de su humedad. Laura tenía en sus manos el material que vino a buscar y sabía muy bien dónde encastraba. Apuntó el cañon insegura justo en la gruta lubricada y se dejó caer después de varios titubeos. Gritó, gritó y gritó más aún. Parecía virgen y yo la cogí con extrema fiereza, acaso hay otra forma?... Esa noche su marido fue cornudo y no sería la única noche que lo fue se los puedo asegurar, hicimos todo menos el anal que por un tema de angostura no fue posible. Al poco tiempo se me terminó en trabajo ahí y ya no la volví a ver pero de seguro Laura no lo olvida y tampoco yo.