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Jennifer y el fin de la lucha obrera
Fecha: 30/01/2025, Categorías: Confesiones Autor: , Fuente: RelatosEróticos
Fueron cuatro años muy intensos. Coincidiendo con mis estudios en filosofía, me convertí en una estudiante extraordinaria, una ecologista comprometida y una defensora a ultranza de la lucha obrera. Tenía manifas por un tema o por otro cada mañana, mientras que las noches las pasaba en extensas conversaciones maridadas con marihuana y vino barato. Todo lo cambió un sueño en la noche de mi veinticuatro cumpleaños. En él, me miraba al espejo y veía a una mujer triste. Tenía mi rostro, pero se encontraba sola, abandonada por todos y rodeada por gatos, en cuyo carné de identidad ponía que tenía treinta y un años. Intentaba huir de ese lugar, de ese aviso terrible acerca de lo que me esperaba si continuaba por ese camino. Entonces aparecía un científico que me prometía llevarme con su máquina del tiempo al punto exacto en el que todo había cambiado: el segundo día del cuarto mes de mi estancia en la universidad, cuando firmé aquella petición a favor de las energías verdes. A cambio, solo tenía que hacerle una mamada. Me puse a cuatro patas sobre la alfombra, el científico me metió el rabo en la boca. Me desperté. Y en ese momento, desnuda en la cama, en pleno mes de agosto, lo entendí todo. Tenía que dejar de ser de izquierdas. No explique a nadie lo de mi sueño. Simplemente dije que debía dejar la facultad y desaparecía. Hice las maletas y me trasladé fuera de Barcelona. Cambié mi nombre, Raquel, por el de Jennifer; dejé las camisetas anchas y los pantalones con rayas ...
... verdes y me compré jeans, leggings y una camiseta muy corta con el letrero ‘Michigan state’. Dejé de ser ‘Raquel, la roja’ para convertirme en ‘Jennifer, la futura estrella televisiva’. Me abría un cuenta en Instagram, algo ante prohibido por ser “un invento capitalista”, y comencé a seguir a jugadores de todos los equipos catalanes. Hubiese preferido a uno del Barsa, claro, pero me valía cualquiera que estuviese disponible. Conocía a una chica venezolana que trabajaba como entrenadora personal, aunque ella era consciente de que todos sus clientes masculinos en realidad solo querían follársela. Ella me mostró las fiestas, las noches y los partidos de vóley en la playa por las mañanas. En alguno de ellos aparecía algún deportista regional, nada del otro mundo. Venían a ver cómo nuestras braguitas se nos metían por la raja del culo y a lucir paquete con sus slips de lycra con relleno. Un día, cuando ya sentía que solo comería pollas de chulos de playa, apareció Francis. Juagaba en un equipo italiano de segunda división y se decía que tenía mucho potencial. Además, su paquete más generoso que el del resto parecía no tener relleno, algo que confirmó su empalme accidental durante una de mis jugadas estelares con el balón. Cuando acabamos el partido, me acerqué a él. —Hola, parecías interesado en el partido. Me llamo Jennifer. —Francis. Encantado. —Voy a tomar un rato el sol antes de subir a casa —comenté mientras me quitaba la parte de arriba del bikini. Fuimos a ...