Jennifer y el fin de la lucha obrera - Relatos Eróticos

Jennifer y el fin de la lucha obrera

... llevaría a los mejores platós de televisión. Cuando llamó a la puerta, le di a grabar. Acabó corriéndose en mi leggings de cuero y pidiéndome que lo que le quedaba en la polla se lo limpieza con la boca. Lo hice y tuve la escena perfecta. A los días se filtré el vídeo. Él tuvo que dimitir y fue colocado en un puesto de asesor en el Parlamento Europeo. Yo comencé a recibir llamadas de revistas, programas de televisión y hasta una proposición para una película comercial (sí, de esas que se estrenan en los cines).

Lo hice todo, entrevistas con enormes fotos mías en bolas, un pequeño papel como vecina zorrón en una comedia adolescente y una firma en un contrato como tertuliana de actualidad del corazón cada tarde en un canal de máxima audiencia. Me empezaron a pagar un pastón indecente, me follé a futbolistas, actores, modelos… Me compré una casa con una piscina más grande que todos los pisos que hasta ese momento había habitado juntos y me casé con joven diseñador de familia pija que me convirtió en su musa. Me hice modelo, saqué una canción pegadiza, me divorcié y me casé de nuevo, esta vez con un rapero al que le gustaba montar orgías y mirar cómo se la chupaba a desconocidos, regalaba mis labios a toda polla que se mi pusiera por delante para que mi maridito disfrutara. Mi vida no podía ser mejor. ¡Teníamos un barco! Me desnudaba en playas paradisiaca y vendía las fotos por un pastón. Mi cuerpo, a pesar de haber sido visto desnudo en innumerables ocasiones, seguía generando dinero y dinero.

Ayer cumplí treinta y un años. Y estoy en mi cama. No hay gatos a mi alrededor, ni científico, ni máquina del tiempo. Aunque sí hay algo que coincide con mi sueño: hay una polla en mi boca.