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Jennifer y el fin de la lucha obrera
Fecha: 30/01/2025, Categorías: Confesiones Autor: , Fuente: RelatosEróticos
... tomar el sol. Dejé que me diera crema por todo el cuerpo, mientras comprobaba que sus erecciones eran cada vez más frecuentes. En aquel momento, me pregunté cuántas mamadas me costaría que me pagase unas tetas nuevas. Finalmente, fueron unas mil doscientas, aproximadamente. Las tetas llegaron, pero Francis no llegó a primera división. En realidad, dejó el fútbol poco después. A pesar de ello, nos seguíamos queriendo. Comenzó a currar en una fábrica de piezas para coches diez horas al día y yo me animé a lucir mis tetas nuevas en una discoteca los sábados por la noche. Mis bailes como gogó daban menos ingresos que las horas en la fábrica de Francis, pero su agotamiento era cada vez mayor. Cada día, cuando regresaba a eso de las once, solo quería sentarse en el sofá, que le sirviese una cerveza y se la chupara durante media hora. Después, se corría en mi cara y me miraba durante algunos minutos. “¿Puedo grabarte?”, me preguntó un día. Quería que fuera como esas chicas de sus vídeos favoritos y que mi cara cubierta por su leche la pudieran ver todos en la red. Accedí, sin lugar a dudas. En este momento, quizá el porno fuera una buena oportunidad. Y vaya si lo fue. Empezamos con las clásicas felaciones desde el punto de vista del espectador, algo de sexo anal y algún vídeo caracterizada como secretaria cachonda. Disfruté mucho viendo a Francis trajeado por fin y yo de rodillas lamiéndole el rabo con una preciosa falda negra de tubo. El éxito me llegó enseguida. ...
... Contactaron conmigo desde una productora de Barcelona querían grabar una fiesta en un club que acabaría con muchas pollas corriéndose sobre mí. A Francis no le importó no ser ninguna de esas pollas y me fui. El vídeo fue un éxito y me convertí en una actriz bastante cotizada. Una noche al regresar a casa tras unos días en Sevilla grabando, descubrí a una antigua compañera de la discoteca practicando sus mejores trucos bucales con mi novio. Cuando finalmente él la regó de lefa, me acerqué. Creí que Francis se pondría a llorar con la polla todavía tiesa y me pediría perdón, pero no lo hizo. Me confesó que estaba enamorado de esa niñata de tanga rosa a la que le goteaba semen de la boca. La casa era suya, así que hice las maletas y volví a la capital, donde esperaba alojarme en el piso de un actor al que había conocido días atrás en una escena. En el tren de camino a Barcelona, me reconoció un chico. Era Gabriel, antiguo compañero de facultas, de manifas y de vinos, convertido ahora en un flamante ministro de izquierdas al servicio de la patria. Tras preguntarme por mi vida y yo explicarle que me había hecho actriz porno, comenzó a soltar una aburrida perorata sobre el machismo implícito en el porno y bla, bla, bla, bla… Le corté diciéndole que tenía que ir al baño y que si el venía en dos minutos le haría una paja. Me metí en el baño y escondía el móvil tras el papel higiénico, estaba tan seguro de que vendría como de que un vídeo de una actriz porno cascándosela a un ministro me ...