Doble vida
Fecha: 13/02/2025,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Thorman, Fuente: CuentoRelatos
Era la cofradía de la virgen de los consuelos, una de las más representativas de semana Santa. Mis ojos no pasaron por alto la señora del rosario en las manos, su físico me sonaba de algo y esa mirada ahora llorosa rezando plegarias la había visto en algún momento. Esforcé mi cerebro entre los tambores de la procesión, estuve mucho tiempo mirándola: llevaba peineta y vestido negro, alta y robusta, pelo largo. Llevaba un velo negro en la cara. La seguí hasta la iglesia donde se puso a rezar. Al levantarse se quitó el velo. ¡Era ella!
La tenía visualizada de otra manera y no era precisamente de mogigata mística. Todo se remontaba al verano anterior. Junto con Ahmed, de 35 años el cual mi padre lo tiene contratado en la obra, es de Burkina Faso, un país africano, trabaja en la construcción, gran trabajador, su ilusión es llevar a su mujer y sus tres hijos a España. Un tío enrollado, aunque es diez años mayor que yo nos llevamos muy bien, somos amigotes; es negro como el carbón, alto, bastante fuerte. Habíamos salido de juerga esa noche, ya salía el sol, los primeros operarios de las hamacas empezaban a colocarlas sobre la arena.
Volviendo a la iglesia vi como la señora salía por el portal con un señor barrigudo con bigote con un cirio con la mano y el capirote de cofrade en la otra. Por lo visto era uno de los cofrades mayores por la enhorabuena que le daban todos los feligreses congregados en la iglesia, incluso los que parecían sus hijos - chico y chica - de mi edad se ...
... les notaba orgullosos de ellos. Otra vez me la miré a ella, esos rasgos marcados, la frente baja y esos ojos avellanados. ¡No había duda!
Retomando el hilo anterior el cual retrocedemos a cuatro meses antes como decía estábamos Amhed y yo sentados en un banco mirando salir el sol, fumábamos el último cigarrillo antes de acostarnos al lado del edificio donde yo me alojaba, un pequeño apartamento propiedad de mi padre. Vimos una figura solitaria que caminaba. Era una mujer pasada la cuarentena, su cuerpo estaba bien moldeado, de frente baja y ancha, rasos marcados y ojos avellanados (la misma de la procesión antes narrada, querido lector) hombros torneados, cuello grácil. Iba algo despeinada con media melena. En un primer momento parecía. Algo confusa. Vestía un vestido con estampados veraniegos. Se paró delante de nosotros y con una arrogancia y un porte casi intolerable de su parte dijo:
- Dadme un pitillo, chavales.
Ahmed le dio un cigarrillo y fuego, ella con balanceo de caderas caminó pocos metros de ellos mirando el horizonte del mar. Se le notaban los pezones, fue lo primero que me fijé.
- Te has fijado que lleva el tetamen suelto - dije.
- Que me aspen si esta maduraca no busca rollo - dijo Amhed.
Ella consciente que la mirábamos y hablábamos de ella se sentó sobre la pequeña pared que limitaba el paseo con la arena, justo enfrente de nosotros. Abrió las piernas y ¡¡¡IBA DESBRAGADA!!!
Ahmed se levantó como impulsado por un resorte, ella también y ...