1. El ángel caído


    Fecha: 01/11/2018, Categorías: Microrelatos, Autor: Ícaro_libre, Fuente: CuentoRelatos

    ... ponerme entre ellas. Mí miembro erecto y palpitante, amenazaba su fina hendidura. La tomé por las nalgas y, levantándola la comencé a penetrar. Su rostro excitado, su boca entreabierta y jadeante, sus ojos cerrados, sus senos duros y calientes, sus piernas abiertas recibiendo mí lanza, componían un cuadro excitante, morboso y cálido.
    
    Comenzamos a flotar en el aire, y sin soltarla, comencé a bombear dentro de ella, de una forma nueva e incorpórea. Nada se resistía a mis movimientos, y su cuerpo solo estaba disponible para darme placer.
    
    En su éxtasis, mientras la penetraba, balbuceaba algunas palabras ininteligibles. En algún momento entre quejidos y gemidos, logré entender que me preguntaba “¿quién eres…?”. “Aniel”, fue mí respuesta.
    
    Luego de eso, mis embestidas se hicieron más profundas. Ella, con su cuerpo en absoluta tensión y su cabeza caída hacia atrás, devino en un orgasmo casi silencioso, expresado solamente en un suave sollozo en que pronunció mí nombre, invadida sin duda por un deseo y un éxtasis provocado por el novedoso ataque al que la sometía.
    
    Incapaz de resistir más, la clave lo más profundo que pude y llené sus espacios con mis fluidos celestiales, en un paroxismo que nunca había vivido.
    
    Ya más calmada, suavemente la deposité sobre la cama, y me acerqué para besar sus labios de coral, mientras que influida por el placer alcanzado, lenta y cadenciosamente se retorcía su somnolienta silueta.
    
    Fue en ese instante, en que el cielo se abrió sobre ...
    ... mí, dejando un espacio oscuro y profundo. Fui arrastrado por una fuerza incontrarrestable ascendiendo a gran velocidad, mientras veía como se hacía más y más pequeña la figura de Mariana.
    
    “No debí hacerlo”. “Lo sabía, pero es que no sé lo que me pasó”. “Perdón, no volverá a pasar”…
    
    Todos mis argumentos fueron en vano. No hubo consideración ni clemencia. Se me recordó que mí rol es actuar como un protector de la gente en la tierra, y no andar cogiendo a las mujeres que encuentre. Y tienen razón, pero en ese momento, fui más humano que ángel.
    
    En los hechos, fui expulsado del cielo y enviado a la tierra a pagar mí falta. De un momento a otro me encontré caminando en la calle, como un humano más, sin alas, sin abrigo, sin un techo que me cobijara, sin comida, sin agua… Por un momento, entendí mucho mejor los padecimientos de los mortales y sentí un profundo arrepentimiento.
    
    Sin saber, qué hacer, decidí buscar a Mariana. No tenía otra opción. Era la única persona que conocía en este mundo. ¿Cómo acercarme a ella? ¿Qué le diría? ¿Querría ayudarme?
    
    Cómo pude llegué a su edificio. Caminado por los alrededores, la vi. Estaba en la calle, esperando un bus. Me acerqué por detrás y la tomándola del brazo, le dije.
    
    - ¡Mariana!
    
    La verdad es que solo logré asustarla, dio un paso atrás zafando su brazo de mí mano con un tirón.
    
    - ¿¡Qué te pasa!? –Me gritó
    
    - ¿No me recuerdas? La otra noche estuvimos juntos…
    
    - No te conozco. Aléjate.
    
    - Pero Mariana, recuerda…
    
    - ...
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