Orgía extrasensorial en el cementerio
Fecha: 21/04/2025,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: Martina Paz, Fuente: CuentoRelatos
Hay cosas que suceden y no necesitan explicación. Pero hay otras que, por más que nos esforcemos, carecen totalmente de lógica y de sentido. Lo que hoy voy a contarles, es una de estas últimas. Que el misterio y la confusión no sean impedimento al delirio y al disfrute. Yo la pesé increíblemente bien. Espero que vos también.
Siempre me llamaron la atención los cementerios. En el ambiente se percibe algo sublime, sagrado y sobre natural que crea una atmosfera de paz y respeto. Jamás me dieron miedo, nunca creí en la posibilidad de que los muertos pudiesen salir de sus tumbas y atacar a los vivos. Primero, porque es físicamente imposible. Y después, ¿por qué, teniendo la posibilidad de revivir, nos atacarían? Son muertos, no tontos. Una cosa totalmente diferente, y en la que sí creo, es en las energías. Por más que los cadáveres lleguen sin vida al campo santo, creo que son acompañados por un aura que está más allá de la vida y de la muerte. De alguna forma, esa energía es el último signo vital que conservan, más allá de que sus corazones y sus mentes ya no estén entre nosotros.
Aquella noche no era del todo consciente de mis actos, lo que espero que no le quite credibilidad a mi relato. Lo que sucedió es tan real como aquella noche con mi amor de universidad en la terraza, o con mi hermana y mi cuñado en ese encuentro que todavía, de solo pensarlo, me hace sentir calor. Me había juntado a estudiar con dos amigas. “Estudiar”, siempre empezaba con alguna charla ...
... inocente, una cervecita, algo rico para fumar. Esa vez, puse toda mi atención en eso de fumar. Suelo hacerlo con frecuencia, casi siempre sola mirando alguna película vieja. Me es mas simple controlarme en soledad, por eso esa noche me excedí un poco.
Abandoné el departamento de mi compañera y manejé sin rumbo por la ciudad, hasta perderme en los suburbios. Sin siquiera notarlo, llegué a las afueras. Me sentía mareada, por lo que decidí detenerme y tomar un poco de aire. Una antigua y poco amistosa fachada de piedra se dibujó a cincuenta metros de donde estaba. Comprendí que era el antiguo cementerio de la ciudad, el cual jamás había visitado. La noche estaba hermosa. Cálida, estrellada, algo húmeda. Cruce el arco de piedra y avancé por las pequeñas calles arboladas. El clima en la pequeña ciudad era diferente al que había dejado atrás. Una brisa fresca me acariciaba y me revolvía el pelo. De inmediato sentí como mis pezones se endurecían, atrapados en un top de color violeta. Llevé mis manos hacia mis pechos y empecé a masajearlos suave, pero cada vez con mas intensidad. Sentía necesidad de apretarlos, de estrujarlos, de hacer que me duelan. Miré hacia los costados y la soledad que sentí fue absoluta. Me bajé el top hasta la cintura, dejando al aire mis pechos duros y redondeados, con los pezones como punta de flecha. La libertad que sentía era inmensamente excitante. Sabía que no era normal lo que estaba haciendo, pero el coro de susurros me hizo olvidar eso de pensar.
Los ...