Trío bisexual en la clínica veterinaria
Fecha: 24/04/2025,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: Martina Paz, Fuente: CuentoRelatos
No, no derrapé y estoy a punto de contarte una historia de zoofilia. Sigo estando cuerda, aunque por momentos muestre todo lo contrario. En una veterinaria pueden pasar muchas cosas, como todos sabemos. Esto fue lo que me pasó a mí.
No me gustan los animales, pero he tenido varias mascotas. Quizás, para no sentirme tan sola y tener la sensación de que alguien me quiere y me extraña cuando no estoy en casa. A pesar de que siempre le pongo onda, mis acompañantes no suelen vivir mucho tiempo. Hace un par de semanas, al llegar a casa, encontré a mi gata Tinta cabizbaja y de muy mal humor. No me atacó, como suele hacerlo casi a diario, lo que me pareció muy extraño. Intenté hablarle, decirle que todo iba a estar bien, pero me ignoró más que de costumbre. Decidí actuar de la misma manera, cosa que funcionó. Al rato ya andaba rondándome, mirándome de reojo, como si quisiera decirme algo. En un nuevo acto de instinto maternal, muy poco común en mí, intenté acercarme. Cosa a la que accedió. Seguía molesta, pero hizo todo lo posible por demostrarme que necesitaba mi ayuda. Opté por lo más lógico y la llevé al veterinario.
Eran más o menos las nueve de la noche, por lo que tuvimos que ir por la guardia. Por suerte, no tuvimos que esperar a que nos atendieran. El joven médico nos hizo pasar a su consultorio y de inmediato revisó a Tinta. La pobre estaba agotada, por lo que se comportó de manera muy dócil. Luego de un corto periodo de revisación, el hombre dictaminó que mi amiga ...
... estaba intoxicada. Me dijo que un poco de suero le haría muy bien, solo que tendría que dejarla o esperar no más que dos horas. Decidí quedarme y esperar. Me hizo pasar a una sala de espera bastante cómoda, con frigo bar, televisión, un acogedor y amplio sillón, una máquina de café y una nutrida biblioteca de clásicos. A pesar de la preocupación por Tinta, el contexto me pareció de lo más agradable.
Pasó alrededor de una hora y cuarto, en la que miré dos capítulos de una serie, comí papitas y tomé café con crema. Sentía que estaba ahí desde hacía días. No estaba aburrida, pero sentía que en casa tenía bastantes cosas que preparar para el día siguiente. Avancé por los pasillos en penumbra en dirección a donde estaba Tinta. Quería saber si estaba bien y si faltaba mucho tiempo para que acabe su terapia. La encontré recostada en la camilla, serena, con sus grandes ojos alertas. La acaricié, le hice notar que estaba cerca. No le importó demasiado. Comencé a caminar por la sala, deteniéndome en cada foto o lamina colgada en la pared. Nada me llamaba demasiado la atención, hasta que un sonido me puso en alerta.
Era una especie de chirrido constante, como de un mueble metálico que se mueve y de inmediato vuelve a su lugar. El sonido era acompañado por una respiración agitada y un susurro que decía “sí, sí, así”. De inmediato comprendí lo que estaba sucediendo, pero mi curiosidad fue más fuerte y seguí avanzando en silencio. Nunca antes había visto a dos personas coger, por lo que ...