Historias de sexo en lugares poco convencionales
Fecha: 01/05/2025,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Martina Paz, Fuente: CuentoRelatos
... vez, pero no pasó. Me agaché, la saqué de su escondite y me la comí. Quizás fue la tensión del momento y el miedo a ser descubiertos, pero lo hice acabar en menos de cinco minutos. Volvimos a besarnos apasionadamente, nos acomodamos la ropa, y seguimos nuestro camino.
En el mismo lugar hubo varios encuentros similares, cada vez más intensos, pero sin llegar a una penetración, que era lo que más deseaba en la vida en ese momento.
Otro lugar que fue muy importante en aquella época, fue en el parque Sarmiento. Por la calle Lugones, al lado de la pista de patinaje, existe un lugar al que nosotros llamábamos “la ciudad perdida”. Es un conjunto de estructuras y pasillos construidos con enormes y antiguas piedras. Si no me equivoco, son las ruinas del antiguo zoológico de Córdoba. Por ahí nos gustaba vagar, imaginar hechos sucedidos ahí en el pasado. El lugar, en pleno centro de Córdoba, pero bastante oculto para los transeúntes, al parecer, solía ser muy visitado por jóvenes. Las pruebas de ello era la cantidad de botellas de cerveza, cajas de vino, cigarrillos y preservativos (condones) que estaban por ahí dispersos. Eso nos daba gracia y, por otro lado, nos excitaba. A pesar de esos encuentros calientes, nunca habíamos hablado acerca de concretar el asunto. Y la verdad no recuerdo el porqué, ya que hablábamos de absolutamente todo. Bueno, de todo todo, parece que no. Pero creo que el hecho de haber dejado que todo fluyera, fue un extra para aquella ansiada primera ...
... vez,
En la ciudad perdida, Jorge me chupó por primera vez la concha. Íbamos y veníamos, por los pasillos, nos reíamos, nos besábamos. Él me tocaba cada vez con más fuerza, con más ganas, con más deseo. Yo no me quedaba atrás, pero me gustaba jugar a histeriquearlo un poquito, lo que a él le encantaba. Esa vez, además de una remera rosa súper ajustada con escote hasta el ombligo, llevaba una mini falda negra de jean. Me apoyó contra una de las paredes de la vieja construcción y metió su mano entre mis piernas. Solo que esta vez, corrió mi tanga y empezó a jugar con los labios de mi conchita. Estaba súper mojada, lo que lo incentivó aún más. Luego de un rato de eso, me levantó como a una niñita y me sentó sobre la piedra. “Tengo hambre”, me dijo. Y sin esperar respuesta, me empezó a chupar la concha. Jamás en la vida me besaron así de rico. Sus labios, su lengua, sus dientes mordiendo despacito… era como si toda mi vida hubiese esperado ese momento. Varias veces le dije “basta”, pero no porque no quisiera que eso suceda, sino que el temor a ser descubiertos en esa situación era algo extraño e incómodo. Pero él siguió, y hoy lo agradezco. En algún momento olvidé todo y me dediqué a disfrutar. Si alguien hubiese aparecido en ese momento, se hubiese encontrado con una chica recostada sobre la roca, apretándose las tetas, gimiendo de placer, mientras un chico le chupaba la concha mientras se masturbaba. “Voy a acabar”, dije en un instante, lo que hizo que el ritmo de la chupada se vuelva ...