El motero
Fecha: 09/05/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Fernando llevaba tiempo pensando hacer un viaje con su chica. Hacia siete años estaban juntos y cuatro conviviendo, pero desde que ambos comenzaron a trabajar como médicos cuadrar las vacaciones era muy difícil. Él, a sus 34 años, empezaba a ser un reputado traumatólogo en un hospital de la capital. Ella, Ana, tres años menor que Fernando, hacía dos que había conseguido una plaza de pediatra en un centro de Móstoles. De manera que sus vacaciones nunca habían coincidido.
Este año sí. Por fin Fer y Ana podrían hacer un viaje. Al inicio de su relación habían recorrido la costa cantábrica a lomos de una Suzuki GSX R600. Los dos eran aficionados al motociclismo. Con ella habían hecho multitud de kilómetros por toda la Península. Durante unos años fueron asiduos al GP de Jerez y a la concentración de Pingüinos.
Poco a poco, las obligaciones y responsabilidades laborales habían ido apagando esa afición. Ana, propietaria y habitual conductora, tuvo que vender la Suzuki. La búsqueda de empleo y los primeros cambios de destino les hicieron imposible seguir con su ritmo de vida. Ahora no tenían moto sino un SUV de Mercedes bastante más conservador, según Ana, pero mucho más práctico según Fer.
Llegaron el viernes a primera hora a un camping en Caños de Meca, a escasos 20 minutos de Conil, de donde tan buenos recuerdos conservaban de su juventud. Incluso antes de ser parejas ambos visitaban este paraíso de la costa andaluza. Aquella añoranza era la que les había hecho elegir ...
... este destino. El camping fue "imposición" de Ana ya que decía que era lo último que les mantenía a aquel espíritu de libertad. Fer había propuesto un hotel.
Después de montar la tienda en una de las parcelas la pareja se preparó para pasar la mañana en la playa. Por supuesto, Ana decidió que fueran a una nudista
.
Con su melena dividida en dos trenzas y un cuerpo moldeado por el Fitness, Ana lucía espectacular. Su cara dulce le hacía aparentar menos edad de la que tenía. Se tumbó sobre una toalla boca arriba. Fer a su lado se deleitaban con el bello cuerpo de su novia. Sus tetas, algo pequeñas, se veían perfectas coronadas por un pezón gordo y oscuro en el centro de una aureola perfectamente redonda. Su piel tostada hacía que el conjunto luciera de un marrón muy oscuro. Entre ellas, justo por debajo, Ana tenía tatuado un tribal que le daban un punto atrevido a aquella cara de niña buena.
En su abdomen plano brillaba un piercing en el ombligo. Su cintura se estrechaba como preámbulo a sus caderas. En medio su sexo. Una rajita estrechita con una pequeña franja de vellos negro. Sus piernas estaban bien torneadas. Fer no pudo evitar que su polla reaccionara a la lujuriosa visión.
El cuerpo de él, en cambio, no había envejecido tan bien. Pese a haber hecho deporte desde joven, el trabajo le había vuelto perezoso para el ejercicio. Los últimos años no se había movido. Y la pandemia había terminado por deshacer un cuerpo tonificado. Su barba disimulaba una pequeña ...